Editorial

Diego Covarrubias – Conversaciones del Taller Malix

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Diego Covarrubias

Conversaciones del Taller Malix

Tema 5: Literatura gourmet

Parte 5

 

 

AL CHILE

Diego Covarrubias

 

Desde el momento en que di el sí al pie del altar, me propuse ser el mejor marido posible. Si uno no hace las cosas con ese fin, ¿para qué las hace? Mi compromiso empezó en la misma noche de bodas. Fui paciente y meticuloso, al grado de que, al momento de romper el himen, no hubo ni sangrado, ni dolor, y eso que mi amada esposa me juró y me perjuró que era virgen, usando su blanquísima y cándida sonrisa como estandarte de su juramento. El acto copulatorio fue tan minucioso y eficaz, que es muy probable que uno de los cien millones de espermatozoides que eyaculé al interior de su vagina haya fecundado su óvulo.

Mi propósito de ser un marido ejemplar se reforzó durante el embarazo. He soportado con estoico y digno entusiasmo la hinchazón de sus senos, su fatiga excesiva, sus vómitos matutinos, su aumento de frecuencia urinaria, sus estreñimientos, su congestión nasal y sus calambres. Cuando por fin llegó la etapa de los antojos extravagantes, yo iba en camino de graduarme del embarazo con mención honorifica.

Era mediados de enero.

—Se me antoja un chile en nogada —me dijo.

—Pero no es temporada —le contesté—, ¿no prefieres unos tamarindos enchilados?

—No. Se me antoja mucho un chile en nogada.

No soy experto en artes gastronómicas, pero tampoco iba a permitir que una simple contingencia estacional me hiciera incumplir mis obligaciones de esposo devoto y cumplidor. Me propuse hacer el chile en nogada versión invierno. Antes de empezar le menté la madre a don Agustín de Iturbide y a las monjas del convento de Santa Mónica quienes, según mi esposa, fueron quienes inventaron este patriótico platillo en 1820, ¡hace doscientos años!, y que, por alguna razón, solo puede comerse entre julio y septiembre. Puse manos a la obra.

Revisé la lista de ingredientes. Eran casi treinta, unos tan comunes como la cebolla, y otros no tanto, como el comino en polvo. Los demás, puras cosas fáciles de comprar en Wal-Mart: frutas, especias, carne y vegetales. El problema se reducía a dos: las nueces de castilla y la granada. Dos de treinta no eran muchos. Mi esposa tenía alteraciones hormonales en el gusto y en el olfato, por lo que supuse que sería fácil reemplazarlos por algo parecido sin que se diera cuenta del ardid. Rebané jitomates, molí canela, trituré nuez moscada, freí plátanos, corté duraznos en cubitos, descarapelé almendras, desinfecté perejil y, finalmente, desnervé un chile poblano petacón al que previamente le había quitado todas las semillas. Metí todos los ingredientes en la licuadora y el menjurje resultante lo embutí dentro del chile, usando una llana de albañil que me encontré en mi caja de herramientas. En vez de nogada de nuez de castilla le embarré crema de cacahuate, y en vez de granada, le puse pedacitos redondos de sandía, que fue lo más parecido que encontré, tanto en color como en textura. Como toque final lo adorné con una frondosa ramita de perejil que se quedó toda pegosteada sobre la crema de cacahuate. Llamé a mi esposa a la cocina y, cuando llegó, abrí los brazos en señal de júbilo, y con un sonoro: “Tan,ta,ra,rán” le enseñé el chile (el que acababa de hacer).

Lo miró con muy poco entusiasmo.

—¿No se te antojaba uno? —le pregunté.

—Sí —me contestó—, pero ya no. Ahorita lo que se me antoja son unas papas francesas con chamoy, salsa Maggie y un chorrito de cátsup.

Fui a McDonalds por las papas y se las preparé tal cual me las pidió. Se las comió con la voracidad de una hiena comiendo carroña y, cuando terminó, me dio las gracias y se retiró a sus aposentos, seguramente a planear su siguiente fechoría.

A la hora de la cena me comí el chile en nogada y, la verdad, no entiendo por qué son tan famosos; no solo son muy difíciles de preparar, sino que, además, saben de la chingada.

 

 

Diego Covarrubias es chilango de nacimiento, pero ha echado raíces en el suelo poroso de la península de Yucatán. Galardonado con segundo lugar en el primer concurso estatal de cuentos “Rafael del Pozo y Alcalá”. Tiene obra publicada en diversos medios y un libro íntimo titulado Entre la memoria y la imaginación.

 

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