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Donald Trump en el Madison Square Garden: agravios, misoginia y racismo

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El mitin de clausura de Donald Trump en el Madison Square Garden el penúltimo domingo antes de las elecciones en Estados Unidos fue una descarga de rabia contra un sistema político y legal que lo impugnó, imputó y condenó, una muestra vívida y a veces racista de la energía sombría que anima al movimiento MAGA.

Un cómico inició el mitin calificando a Puerto Rico de “isla flotante de basura”, luego se burló de los hispanos por no usar métodos anticonceptivos, de los judíos por tacaños y de los palestinos por lanzar piedras e insultó a un hombre negro del público con una referencia a una sandía.

Otro orador comparó a la vicepresidenta Kamala Harris con una prostituta con “proxenetas que la manejan”. Un tercero la llamó “el Anticristo”. Y el expresentador de Fox News Tucker Carlson se burló de Harris —hija de madre india y padre jamaicano— con una etnia inventada, diciendo que aspiraba a convertirse en “la primera samoano-malaya, exfiscala de California de bajo coeficiente intelectual, en ser elegida presidenta”.

Para cuando el propio expresidente subió al escenario, un acto que fue programado para transmitir el mensaje final de su campaña, a nueve días para de la conclusión de una contienda reñida, el mitin se había convertido en un carnaval de agravios, misoginia y racismo.

Si el desfile de oradores pareció por momentos una reunión de la Convención Nacional Republicana —aparecieron el senador JD Vance por Ohio, Carlson, Vivek Ramaswamy, Alina Habba, Lee Greenwood, la familia Trump—, parecía que habían vuelto para una quinta noche extra más incendiaria que la original de julio.

El mitin sirvió de colofón a una escalada de declaraciones de Trump, quien ha dicho en repetidas ocasiones en los últimos días que una de las amenazas más graves a las que se enfrenta Estados Unidos es “el enemigo interno”. Los demócratas han incrementado las advertencias sobre el descenso de Trump hacia el autoritarismo, mientras John Kelly, el exgeneral de la Infantería de Marina que fue su jefe de gabinete durante más tiempo, advertía de que Trump cumplía con la definición de fascista.

“Cuando digo ‘el enemigo interno’, el otro bando se vuelve loco”, dijo Trump el domingo, burlándose de sus críticos.

Desde el principio de su campaña, ha prometido una era de “represalias” si gana. Pero tras una relativa calma a principios de año, últimamente se ha vuelto más específico, prometiendo procesar a diversas personas si se considera que han “hecho trampas” en las elecciones y despedir al fiscal especial, Jack Smith, quien presentó dos acusaciones federales contra él, e incluso sugiriendo expulsarlo del país.

El domingo, Trump describió la fecha de su posible elección como un “día de liberación” de lo que describió como una ocupación por parte de migrantes invasores.

La campaña de Harris aprovechó el espectáculo, y algunos republicanos, entre ellos de Florida y Puerto Rico, denunciaron los comentarios del cómico sobre la isla. Varias influyentes superestrellas puertorriqueñas, Bad Bunny, Jennifer Lopez, Luis Fonsi y Ricky Martin, prestaron su voz a Harris el domingo.

Pero Trump ha pagado poco precio político a lo largo del tiempo por sus propios comentarios incendiarios en el pasado —este año ha menospreciado ciudades con grandes poblaciones negras como Detroit y Milwaukee—, por no hablar de los de sus sustitutos y partidarios.

La maratón de discursos —Trump subió al escenario dos horas después de lo previsto— estuvo a menudo más impregnada de autocomplacencia que de estrategia política. Trump disfrutó claramente presentarse en el Garden, que se anuncia como “el estadio más famoso del mundo”.

”¡Kamala, estás despedida!”, dijo Trump, retomando la frase que hizo famosa como presentador de El aprendiz.

Pero se extendió tanto que el público empezó a disminuir notablemente antes de que terminara su discurso de 78 minutos.

El evento fue un espectáculo que capturó el inusual y a veces feo alcance del movimiento MAGA que se ha apoderado del Partido Republicano desde dentro en los últimos nueve años.

Hulk Hogan lució sus músculos y se rasgó la ropa, como hizo en la convención. Donald Trump Jr. llamó “tipo duro” a su padre. El hombre más rico del mundo, Elon Musk, quien hasta ahora ha destinado 118 millones de dólares de su fortuna a ayudar a Trump, entró mientras se proyectaba un video del aterrizaje de su cohete propulsor, bombeando sus puños en el aire. No tardó en pronosticar que el presupuesto federal podría reducirse en un tercio, incluso mientras Trump lanzaba exenciones fiscales que aumentaban el déficit.

Stephen Miller, un alto asesor de Trump que influyó en las medidas antiinmigración de Trump, utilizó un lenguaje nativista al argumentar que solo Trump se levantaría y diría “Estados Unidos es para los estadounidenses y solo para los estadounidenses”.

La gran sorpresa fue un inusual discurso público de Melania Trump, quien presentó a su marido y salió del escenario con él cuando él finalizó, mientras sonaba “YMCA” de los Village People.

La llegada de miles de gorras rojas al simbólico estadio en el centro de una ciudad demócrata en un estado demócrata fue celebrada por los partidarios de Trump, quienes disfrutaron de la oportunidad de burlarse colectivamente de la élite neoyorquina y nacional.

“Agotar las entradas del Garden significa que el movimiento MAGA ya ha llegado”, dijo en una entrevista Jack Posobiec, activista de derecha con muchos seguidores en redes sociales. “Es el Madison Square Garden, es el centro de todo, y tener este lugar lleno de gorras MAGA y partidarios de Trump realmente te demuestra que no es solo la victoria sorpresa de 2016: es un movimiento nacional”.

A nadie se le pasó por alto que Trump estaba a pocos kilómetros de donde fue condenado por 34 delitos graves a principios de este año y aún espera sentencia, y a un corto paseo de la Torre Trump, donde abrió su primera campaña presidencial en 2015.

La naturaleza singular de la candidatura de Trump fue exaltada en forma de eslogan en el marcador de arriba cuando empezó a hablar: “Trump lo arreglará”.

Trump empezó preguntando al público una frase política trillada: “¿Están mejor ahora que hace cuatro años?”. Está en el centro de la campaña de Trump contra Harris desde que ella sustituyó al presidente Joe Biden, un cambio que a él le sigue doliendo. A pesar de ser pronunciada en una ciudad que hace cuatro años fue el epicentro de la pandemia del coronavirus, sumida en confinamientos y negocios clausurados, y que nadó en un elevado número de muertos, esa frase funcionó.

Las promesas de Trump de deportaciones masivas y sus críticas a los inmigrantes indocumentados también tuvieron su público en Nueva York, donde miles de migrantes que cruzaron la frontera sur sin autorización han recibido asilo y algunos residentes se han quejado del uso de los servicios municipales para ayudarlos.

Así que muchos de los discursos de calentamiento del día se dedicaron a retratar al expresidente tal y como quiere que lo vean. Varios oradores hablaron de su supervivencia a un intento de asesinato en julio no en términos espirituales, sino musculares, describiendo su dureza al “esquivar” la bala. Muchos también afirmaron falsamente que “construyó” el horizonte de una ciudad en la que siempre se le vio como un constructor de serie B con una pequeña cartera de edificios que adquirió mucho después de que se construyeran.

“El rey de Nueva York ha vuelto para reclamar la ciudad que construyó”, declaró de todos modos su hijo, Donald Trump Jr.

Donald Trump, que normalmente solo habla con elogios de su difunto padre, Fred, de quien heredó millones de dólares y la columna vertebral de su empresa inmobiliaria, soltó una frase sorprendente sobre sus padres al reflexionar sobre cómo estarían recibiendo la noticia de sus apuros legales.

“Sé que mi madre está en el cielo, no estoy seguro al cien por cien de mi padre, pero está cerca”, dijo Trump, entre las risas del público.

Todo era una escena surrealista.

En un momento dado, el pintor Scott LoBaido recibió una gran ovación cuando hizo un gesto con el dedo medio a la multitud antes de coger un pincel para pintar una bandera estadounidense mientras retumbaba “America the Beautiful”. El gran final fue revelar una imagen de Trump abrazando el Empire State Building.

Más tarde, el presentador de televisión Phil McGraw, conocido como Dr. Phil, sermoneó a la multitud sobre por qué Trump no encajaba en la definición de “acosador” porque un acosador requiere “un desequilibrio de poder”, pareciendo ignorar el hecho de que Trump tiene un enorme poder como multimillonario y expresidente.

Durante el discurso del compañero de fórmula de Trump, Vance, todo el estadio estalló espontáneamente en cánticos de “Tampón Tim” para menospreciar al gobernador de Minnesota, Tim Walz, compañero de fórmula de Harris.

“Todos pueden decir eso”, sonrió Vance. “Yo probablemente no debería decirlo”.

Fue un raro momento de moderación ante el micrófono.

David Rem, amigo de la infancia de Trump, llamó a Harris “el diablo”. Grant Cardone, un hombre de negocios, declaró que la vicepresidenta en funciones tenía “proxenetas que la manejan”. Sid Rosenberg denunció que Hillary Clinton era un “enfermo hijo de puta” por vincular el mitin de Trump con un acto pro nazi celebrado en el estadio del mismo nombre hace décadas.

Rosenberg calificó a todo el Partido Demócrata de “panda de degenerados, malnacidos, odiadores de judíos y rastreros. Todos y cada uno de ellos”.

Cuando el cómico Tony Hinchcliffe hizo su comentario sobre Puerto Rico, se oyeron gruñidos de muchos de los asistentes.

Esa misma tarde, Harris estaba en Filadelfia, cortejando a la importante población latina de Pensilvania y haciendo una parada en Freddy & Tony’s, un restaurante puertorriqueño.

“El momento oportuno lo es todo”, escribió en X David Plouffe, uno de los principales asesores de Harris, publicando imágenes de los dos codo a codo.

En su carrera hacia la Casa Blanca, Trump ha apostado por ganar un porcentaje poco común de votantes negros y latinos, en parte apoyándose en las guerras culturales que dividen al Partido Demócrata.

En su discurso, Robert F. Kennedy Jr. invocó a su tío, el exsenador Ted Kennedy, por la creación del Título IX para el deporte femenino. Utilizó esa herencia para defender su propia oposición actual a que las mujeres transgénero participen en deportes.

Carlson se maravilló en voz alta desde el escenario al seguir a Kennedy que cambiaba de partido. “Es una realineación”, declaró. “Es increíble”.

Hace 20 años, en el mismo escenario, Rudolph Giuliani pronunció el discurso de apertura de la Convención Nacional Republicana de 2004, tres años después de que el atentado terrorista del 11 de septiembre llevara al entonces presidente George Bush a advertir a la nación contra el odio.

El domingo, Giuliani se inclinó por estereotipos exagerados contra el pueblo palestino, de quien dijo que “cuando tienen 2 años se le enseña a matar estadounidenses”.

“No me arriesgo con gente a la que cuando tienen 2 años se le enseña a matar estadounidenses”, dijo. “Estoy del lado de Israel”.

Giuliani elogió a Trump por venir a la ciudad donde una vez fue alcalde republicano.

“Aquí es donde se supone que no debe venir un republicano”, dijo Giuliani. “Por eso Donald Trump ha venido aquí”.

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