Editorial
Geografía del sueño de Ramiro Rodríguez – Ernesto Adair Zepeda Villarreal
Geografía del sueño de Ramiro Rodríguez
Ernesto Adair Zepeda Villarreal
Fb: Ediciones Ave Azul X: @adairzv YT: Ediciones Ave Azul Ig: Adarkir
Recientemente he podido leer el poemario ´Geografía del sueño´, editado en 2024. Se trata de una edición de pasta dura, con una elegante selección de papel y tipografía, de 37 poemas. Como muchas de las obras de Ramiro, en esta se abordan sus reflexiones ante la vida, sus vivencias, y su destino como artífice de las palabras para traducir lo que puebla en su mirada. Como se intuye por el título, el hilo conductual a través de los textos es lo onírico. No obstante, aquel espacio no es ni para la fantasía ni para lo surreal. El sueño en esta obra es una balsa estrecha pero segura, donde el autor rememora distintos pasajes de la memoria, y se proyecta en pequeñas vidas paralelas donde no han dejado de acontecer muchos de los sucesos que cuenta. Además, su estilo particular se centra en adjetivos nostálgicos, dispuestos como las cuentas de un rosario pasional.
Cuando el autor nos dice ´Nos reconocemos como palabras/ en el vidrio, brota la desnudez / en la fijeza de la lluvia/ y lavamos impurezas de siglos/ en la lengua. La fijeza de nuestros ojos/ se difumina con el parpadeo/ de luciérnagas errantes´ no deja entrever que su objetivo es comprender los lazos que se dan entre el lenguaje y los recuerdos, así como los caudales que mantienen la esperanza en encontrarse dentro de su presente metafísico. No abusa ni de los conceptos ni de la retórica, sino que presenta ideas muy claras hilvanadas con el aliento de quien revive cada segundo de lo que canta en la carne mancillada por las ausencias. Para Ramiro, esta manera de estar en su pasado es terapéutica, y finca dentro del aire los filamentos de múltiples presencias fantasmales que cobran dimensiones en los hechos, en los cuerpos y rostros que habitaron, así como su carácter, como su manifestación vital dentro atrapada en los pensamientos del poeta. No obstante, no son cantos dolorosos, porque la nostalgia es un elemento que conecta cada sitio por el que nos lleva, sin atisbos de amargura o rencor.
Incluso cuando aborda la muerte de seres queridos, no se lacera las carnes propias con la orfandad de los hubiera, sino que los reconstruye frente, así como conversaciones no terminadas que quedaron detenidas en sus ojos. Ahora que vuelve la mirada atrás, el poeta descubre detalles que estaban impresos en esos recuerdos, y que florecen según la cadencia de su voz. Porque estas geografías indican que hay sitios que permanecen dentro de nosotros, espacios físicos a los que se puede acceder alguna vez de la vida, para encontrar lo que pensábamos perdido. Aunque no es un viaje ni solemne ni pecaminoso. Estas provincias que vamos acompañando según escapan de sus murmullos regresan al mundo a un estado ideal, un punto en el cual el poeta concibe la realidad casi perfecta, y que no transcurre jamás, que no se desgasta ni estropea, porque no hay espacio para la entropía en sus cartografías privadas. Así, nos dice: ´Camina por las veredas del sueño/ en búsqueda de palabras en los labios, / su voz se desnuda en el aire/ como cuando en cenzontle presiente/ la llegada del otoño´. Las oraciones no sólo son positivas, en tiempo presente, y cargadas de vitalidad, sino que nos invitan a reconocer que todo tiempo pasado permanece detenido hasta que regresamos al él, ya sea porque lo necesitamos, o bien porque en el imaginario de la poiesis, irremediablemente regresamos al mismo punto; como afirman algunas tribus indígenas.
Ese espacio liminal de lo onírico también permite abordar el duelo como ese otro sueño imperfecto que lastra el aliento del poeta para enfermarlo de nostalgia, cuando rememora ´Las ventanas se abren durante el sueño/ a la invasión de aves nocturnas´ o ´Se extienden las conversaciones/ para enredarse en nogales viejos´. Aunque no se limita a la pérdida de las personas, encarna sensaciones dentro y fuera de la piel, instantes cotidianos que horadaron en su mente, y a través de los cuales se atreve a hacer confesiones y testimonios de su paso por la vida de los demás. Incluso, se permite añorar los amores presentes en circunstancias anteriores, o incluso personajes pícaros de su entorno, retratados con la fidelidad de buen observador (“”). Pero no es un cantar lastimero ni cansino, porque en él el lenguaje florea como campanillas de luz en las que va cayendo la lluvia, y con ese ritmo despierta en pequeños mundos que flotan a su alrededor, independientes de su estado de ánimo, su edad, su hartazgo por la pobreza de las palabras para restituir cada instante vivido a su estado original. El poeta no se cansa de hablar de con sombras, porque las sombras somos sus lectores, quienes duchos en el voyerismo somos testigos de aquellos viajes en los que se sumerge el autor, tan maduro en sus herramientas líricas, que prefiere la claridad de lo honesto antes de la falsa virtud de lo barroco.
Esta Geografía del ensueño implica además que hay conciencia de que sus visitas pertenecen a lo inmaterial, por lo que al elegir la palabra ensueño hace una confesión pública de la irremediable aceptación de los hechos, ya que no necesita ni de la ilusión ni del engaño para soportar el cansancio del viaje, que ni siquiera ha terminado. En esta colección de respiraciones vemos una intimidad herida que se ha visto obligada a continuar de frente porque nadie escapa del influjo del tiempo, que la acepta en su imperfección, y que busca en el lenguaje la mejor manera para trazar portales y oráculos hacia el futuro en el que desea estar, libre de la nostalgia, atesorando sus vidas como un Funes pródigo de los dones de la vida. Esta obra es un acto de reconciliación con el duelo, el arte de soportar la degradación de la realidad. Fue impreso en Illinois, USA, bajo el sello editorial de Alja, con 118 pp, disponible en Amazon.