Editorial
Velo de carne de Bruno Bellmer – Ernesto Adair Zepeda Villarreal
Velo de carne de Bruno Bellmer
Ernesto Adair Zepeda Villarreal
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Durante 2023 (agosto) se publicó la colección de cuentos “Velo de Carne” del escritor Bruno Bellmer, a través de Vitrali Ediciones con 142 pp y fotografías de guardas de Julio César Vega; la revisión ortográfica estuvo a cargo de Olivia Moreno, mientras el diseño fue de N.I.T.B. La edición consta de 21 relatos, donde el eje transversal es la violencia, el sentimiento de desgana, el abandono de la esperanza y el fracaso. La literatura de Bruno Bellmar es poderosa, corregible aún (en especial la carga de adjetivos), pero notoriamente identificable. En sus textos, el autor nos hace parte de un mundo carcomido por la agonía, donde la desesperanza brota no por casualidad, sino porque el mundo es así, y se tiene que asumir o ser consumido por esa violencia. Esta colección de cuentos/relatos nos transporta a distintos entornos, entre lo urbano y la dorada salvajidad de nuestras formas sociales.
Cuentos como “La niña”, “La bruja”, “Los salvajes” o “Noche roja” se expanden en la simple despersonalización de la crueldad, con aterradores personajes en los que podemos reconocernos, mientras que textos como “Dilema”, “Engañarse”, “Qué manera de perder” o el “Último día en la tierra” rebosan de desesperanza, porque no tenemos, parece, potestad en el destino. También hay textos escritos con ternura, incluso con algo de sorna, porque abandonarse a la demencia o lo escatológico es un remedio antagónico sobre la realidad, pero que merecen esa oportunidad para ser atestiguados. Muchos de los textos muestran una crueldad casi gratuita, pero es así porque de tal manera es el mundo, y esa reflexión se va tensando entre los arcos narrativos y la acumulación de grasa que cada página va dejando al ser leído este libro. Tal vez por eso no llega a ser chocante, y más bien nos cuestiona de qué lado de la balanza nos haya cuando somos testigos de la maldad, de las expresiones inhumanas, de la simple dimensión de la violencia. Otro elemento que me agrada de su obra es el preponderante rol de las mujeres, ya sea como destino, como origen de la violencia, o por el simple hecho de estar allí en la habitación mientras todo lo demás se desmorona.
A través de sus cuentos, Bruno Bellmer nos deja distinguir el completo potencial de su imaginario creativo, así como la potente vena con la que se aferra a su humanidad, tejiendo entre las historias un puente invisible por el que caminamos con completo riesgo de caer, y reconocernos, y saber que no somos las dignas criaturas que pensábamos antes de tomar el libro. A lo largo del compendio podemos reconocernos como dante paseando junto a Virgilio, solo que este moderno poeta se aterra de cuanto ve, y su compañero de viaje siente un desprecio hondo frente a lo “humano”, y quizá ni siquiera seamos capaces de reconocer quién ocupa cada papel. Muchas historias resultan amargas, el erebo no es transitable, y su estilo escritural va perfeccionándose sobre la práctica. Quizá Bellmer sea un nombre que podremos reconocer en algunos años, potente, trabajado, con una basta colección de su obra para sustentarlo. Incluso, muchos de los pasajes que cruzan a lo largo de esta colección parecen exagerados, pero basta leer de inicio a fin para entender que no es casualidad la posición en la que aparecen los cuentos, sino que es una consecuencia natural de que existamos. Su necesaria monstruosidad cumple con un propósito, y nuestro destino es afrontarlo.
Algunos textos me resultaron más memorables que otros, alguno me fue más disfrutables dentro del lenguajes, otros menos crudos o trasgresores. Pero eso, en vez de restarle al libro en general, le aporta la posibilidad de alcanzar muy distintas audiencias, por lo que no se estanca ni en el estilo ni en la demente sorna del regodeo de la maldad por la maldad. Son textos humanos, una invitación para que reivindiquemos a la especie, y que tratemos esta clase de literatura como una desproporcionada fantasía hedonista de los marginados si acaso logramos controlar nuestros profundos instintos para la automutilación. Por el momento no lo es, es literatura sangrienta, y eso nos lo hace notar con oraciones cortas y precisas, casi cuchilladas, para hacernos abrir los ojos. El libro puede ser conseguido con el autor, que además es un melómano que sabe integrar canciones con el paisaje de sus relatos. Sin duda estaremos oyendo sobre nuevas obras publicadas suyas, así que será un gusto estar a la espera; no siempre se tiene la oportunidad de ver formarse un estilo literario nato. Los jóvenes creadores del país están dando mucho de qué hablar (no sólo Bruno), con propuestas potentes que se sostienen por sí mismas, por lo que valdría la pena voltearlos a leer. Tal vez la violencia no nos sea completamente desconocida, y esta obra es resultado de la descuidad indiferencia con la que avanzamos por el mundo, con este velo de carne sobre los ojos. No debe morir la esperanza aún, eso quiere decirnos Bruno, para lo que debemos atravesar por este infierno prolijo donde la belleza se esconde en posibilidades que no terminamos de reconocer.