Editorial

Escribir sin pereza (Stephen King) – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Escribir sin pereza (Stephen King)

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Pocas personas en occidente, cuando menos, ignoran el nombre de Stephen King. Cosa rara, pues no es muy común que un escritor sea tan conocido a nivel general. Hay nombres que resuenan, pero podría ser debatible el grado de conocimiento sobre su verdadero origen (como Poe, o Darío, o Cervantes), escuchados en la escuela o los medios. Pero el caso de King es excepcional, no sólo por su prolijidad, sino por el impacto que ha tenido en la cultura popular y moderna. Desde el cine, los videojuegos, hasta la música, su imaginación ha dejado una profunda huella que es reconocible a primeras, o a segundas, siendo considerado uno de los maestros del terror moderno. Habrá a quien no le guste, a quien sí, a quien le parezca desproporcionado, o meloso o vano; por fortuna hay lectores experimentados. Pero más interesante que su impacto directo, es su prolijidad.

En una rápida y perezosa búsqueda en internet, se menciona que el habitante de Maine, USA, tiene en su haber 65 novelas, y once colecciones de relatos y novelas cortas. Es decir, que, en sus cerca de 76 años de edad, ha escrito más de un libro por año, considerando además que muchos han sido bestseller y adaptaciones cinematográficas; además de volúmenes enormes, larguísimos de más de 100 páginas. Como cabe esperar, hay quienes lo acusan de plagio, pero hasta donde sé no hay mayores demandas o repercusiones. Y eso en un país que ama tanto los litigios como los Estados Unidos, debe de significar algo. Que algún experto biógrafo se encargue de esos temas.

Para mí, lo más interesante es la prolijidad de la obra de King, además de la profundidad de muchas de sus obras. Es una persona obsesiva, lo que es evidente, como Balzac, que dedica su vida a escribir. Los resultados son tangibles, con su enorme bibliografía. Lo que me sorprende, además de que me avergüenza. Mi flojera me lleva a escribir cuando mucho un par de textos al mes, y revisarlos y revisarlos hasta el hartazgo. Aquel termina y continua de frente, confiado en lo que ha hecho, o indiferente. Pero como sea, hay una lección de la constancia. En más de una ocasión, el autor ha reconocido el papel central de su esposa como motor de su creación, no sólo por compartir el día a día, sino por confrontarlo en los momentos más álgidos de su carrera, siendo la única persona que creía en lo que su esposo estaba escribiendo. Yo no diré si tiene mérito literario o no, pero su huella es claramente distinguible entre la multitud. King escribe, y, por tanto, es un escritor. Y uno con fama y éxito, con sus más de 500 millones de libros vendidos a nivel mundial, lo que pocos pueden presumir al estar cerca.

Me gustaría escribir sin pereza y ser un poco más como ese joven que disfrutaba estar sentado frente a la máquina, con el único objetivo de contar historias. Quizá yo tengo mis obsesiones a mi manera, pero se decantan por revisar una y otra vez lo ya escrito, porque dependo de mi buen/mal juicio para determinar si una obra está completa o en proceso, para editarla, enmendarla o destruirla. Lo que me queda claro es que hay escritores que se dedican a escribir copiosamente, y que lo llevan a un ejercicio vital de existencia. Otros escriben poco, pero son una cuña complicada, como Rulfo, que con apenas un par de libros sentó una leyenda incuestionable. Tal vez no se trate de la cantidad vs calidad, sino de la forma en que cada autor encuentra su quehacer, y se orilla a construir pese a la adversidad. No es prudente hablar del nivel de las artes, por lo simple, ni de establecer puntos de comparación, porque además de ridículos, las metas están muy lejos de cualquier habitante a pie de estas actividades.

Lo que queda es la admiración, y la idea de que alguien que cuenta una historia que se vuelve popular, tiene su mérito. Que sean los hablantes de lengua inglesa nativos quienes cuestionen la belleza técnica o la complejidad de la obra de King. Nosotros, desde lejos vemos su legado en las artes audiovisuales, y la popularidad de su imaginación extendida por décadas vividas al contemplar sus historias. Tampoco es una comparación banal, y mucho menos una meta existencia. Sólo es un tema interesante, digno de abordar antes de la era de la vulgarización masiva de la literatura mediante la Inteligencia Artificial, que facilita a los huevones la cantidad, aunque no la calidad. Al final de cuentas se harán las métricas correspondientes, y se tendrá una idea exacta de cuantas palabras escribió por día. Por ahora, y para mí, me basta pensar en que tal vez son demasiado perezoso, y que tendría que dedicar más tiempo al oficio antes de pretender reclamar títulos rimbombantes como el de escritor, cuando sería más correcto nombrarse a-veces-escritor.

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