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El Sevilla se impone al Athletic en una nueva titularidad de Layún
La tarde era norteña. Lluvia fina, oscuridad desde las cuatro y temperatura de brasero. Con todo eso a favor el Athletic decidió no presentarse. No es cuestión de mapas de calor sino de fútbol. El Sevilla recogió la invitación. Dos goles en la primera parte, gobernada por el Mudo Vázquez, y a vivir que son dos chubascos.
Con el acta vacía de la primera mitad Ziganda decidió en el descanso homenajear al fútbol sala, al balonmano o al baloncesto con tres cambios a la vez. Raúl García, Aduriz y Beñat entraron con la misión de tapar heridas, labor en la que el presidente fue Kepa, un tapagoles durante toda la función.
El Athletic de marzo es difícil de descifrar. Como el de septiembre o el de diciembre. En Sevilla se presentó con una alineación sostenida por muletas. La fotografía presentaba una línea de sombra. Faltaban Aduriz y Raúl García asociados, el bufete del área del equipo rojiblanco, los que meten goles y reparten miradas a los rivales.
La galería de arte del Sevilla la abrió el Mudo Vázquez. El argentino dio un concierto con bises. A veces se las ha llevado dobladas por su trote, que invita a pensar en la indolencia. Vázquez se metió en la mediapunta y desde ahí rompió la hoja de ruta de Ziganda. Dio el primer gol y consiguió el segundo con una maniobra fuera de su estilo, un cabezazo de ariete en el que ganó a Yeray.
Vázquez era un surfero más en la oleada. Banega y N’Zonzi hacían de gobernantes; Sarabia y Correa volaban por las bandas y la goleada sólo se retrasaba por la costumbre de Muriel de fallar los goles fáciles y por la alianza de Kepa con su portería. Era cuestión de tiempo, como la vejez, y Muriel hizo el primero en su remate más complicado.
Con este panorama el peligro del Athletic quedaba reducido a los arañazos. Williams recibía varias llamadas perdidas. En una de ellas se quedó en buena posición ante Sergio Rico, pero le remató al cuerpo. Otra mala decisión. El delantero repitió falta de puntería en un cabezazo.
Con el triple cambio el Athletic obtuvo personalidad. No hubo mucho más. El Sevilla rozó la goleada con Nolito y Vázquez, pero ahí se encontró otra vez con Kepa, lo único fiel al estilo tradicional del Athletic, el de los buenos porteros. El Sevilla de Montella no necesitó esculpir una exhibición. Fue un protocolo. Salir, jugar y marcar. La propina del encuentro fue una tangana tonta. Por entonces la tarde ya era muy oscura para el Athletic de Ziganda.
Fuente: Marca.com
rrc