Editorial
A PULSO DE TINTA – EL SILICIO DE UN DÍA FRAGMENTADO EN DOS PARTES
A PULSO DE TINTA
EL SILICIO DE UN DÍA FRAGMENTADO EN DOS PARTES
GABRIEL AVILÉS
Fugaz amante, la lejanía no es incertidumbre cuando se ama. Hace unos días mire tu rostro en la llovizna de una tarde fría y aprisione las veces que escudriñe tu cuerpo, aprisionándome a tus pétreos muslos, en tanto, mi virilidad moría en el sepulcro sin horizonte.
La ciudad se destruye conforme el silicio se impregna al día.
El hombre que fui, se diluyó en buhardillas. En este atardecer, la brisa ofrenda tu aliento, con la cuchilla de la esclavitud. Añoro nuestra última cita cuando me comentaste que te ibas de viaje pero que siempre estarías a mi lado como un poema inconstante. Se desvaneció esa promesa pero al sentirte de nuevo en esta crisis escondida con alcohol y antidepresivos que no desdeñan el olor de tu afilado dorso.
Sabes, los infieles ultrajan lo perfecto, tú construiste ruinas, enterándome por el llanto de mujeres y hombres que esperaban su destino con el I Ching y algunas runas. Durante semanas busque tu instinto, me ahogué en mis gritos, en aquellas lágrimas por mi hombría devaluada, recorrí ciudadelas y pueblos, pero hace dos días, halle entre áridas tierras, algunas gotas de tu sangre mientras y las adherí al espíritu como diamantes al filo del carbón.
El oscurecer inicia, respondo a una metáfora concebida por tus ausencias, sé que oyes mis versos simples y desgraciados.
Tu sangre se hizo crisantemos, ellos, día a día crecen al sentir el mórbido deseo del retorno mientras un moribundo cae al precipicio.
Parte II
Hoy es uno de esos días, imbéciles e inertes donde mis manos tiemblan y la ansiedad cubre lo poco que oxigena mi cordura. Son apenas las seis de la mañana; el espejo reclama el tono carmesí de estos ojos ciegos mientras mis dientes tiñen de sangre las infecundas palabras del Quijote y la absurdez de Girondo.
Reitero, hoy es de esos pusilánimes días cuando mi madre decidió no parirme, sin embargo, un súcubo expulsó a este truhan que vive del alcohol, las pastillas y el complejo mundo de los fracasados.
Maldigo este lascivo día en que me siento sifilítico mientras oigo “paloma negra” en voz de una dipsómana, que remite a la simpleza del Chavo del ocho o de Boudelaire en el putrefacto insomnio de los drogadictos.
Disculpa, hoy es de esos mendigos días, los cuales me guardo en el caparazón de los leprosos, así, evito a los intelectuales cuya virtud es beber una copa de vino por los pésimos artistas y su mal gusto bendice la crueldad de las vedettes.