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Real Madrid desperdicia una oportunidad al limitar a Zidane al rol de entrenador

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Al contratar a Zinedine Zidane como entrenador y no como director de fútbol, el presidente de Real Madrid, Florentino Pérez, se perdió una gran oportunidad, no sólo de asegurarse que el 13 veces campeón de Europa se alce como el ave fénix de las cenizas de esta temporada, sino también de invertir en la salud y el éxito futbolístico del club por generaciones.

Zidane, quien en su conferencia de prensa de presentación del martes habló de un «segundo proyecto» y de la necesidad de «cambiar las cosas para los próximos años», es el hombre indicado. Pero debería haber sido contratado para un puesto más importante, en el que pueda tener un impacto mayor.

El orgullo de Real Madrid está hecho trizas, pero la necesidad de contratar a un tercer entrenador esta temporada, tras los breves reinados de Julen Lopetegui y Santiago Solari, va más allá del hecho que perdió sus últimos cuatro partidos como local –11-2 en el global– y que cerrará la temporada sin un solo trofeo por primera vez en casi una década.

La raíz de sus problemas está en que Madrid no tiene un plan central de fútbol más refinado o robusto que «comprar talento». Los tiempos modernos han superado ese concepto galáctico. Puede funcionar, pero no por sí solo.

Si Zidane hubiera sido contratado como el cerebro del club en lugar de como su entrenador, podría haberlo resuelto. De hecho, podría haberse convertido en el Johan Cruyff de Real Madrid, aplicando el mismo núcleo de sabiduría, ideología, criterio y know-how que el gran holandés llevó a Barcelona de una forma u otra luego de tomar las riendas del Camp Nou en 1988.

El fútbol hasta tuvo la decencia de darle a Florentino un golpecito en las costillas para orientarlo sobre los problemas de su club y cómo solucionarlos a corto, mediano y largo plazo. Lo que quiero decir es que cada una de esas derrotas desastrosas en el Bernabéu dejaron la marca de la figura más importante en la historia del fútbol. Cruyff.

Girona anuló a Madrid el 17 de febrero gracias al cambio táctico implementado por su entrenador, Eusebio Sacristán, quien aprendió su oficio trabajando en el mediocampo del «Dream Team» de Cruyff en Barcelona durante la década de los ’90.

¿Los dos clásicos perdidos, con tres días de diferencia? No sólo perdieron contra un club que pasó de la sequía a la plenitud tras la introducción de los principios de Cruyff, sino también ante un equipo cuyas figuras –Lionel Messi, Santiago Busquets, Gerard Piqué, Jordi Alba, Ivan Rakitic, Arthur y Luis Suárez– comprenden y practican las ideas de este gran hombre. El entrenador de Barcelona, Ernesto Valverde, también jugó para Cruyff.

Y luego estuvo Ajax. Similar a Barcelona con sus movimientos tácticos, sus habilidades técnicas, su actitud hacia el aprendizaje y la incorporación de jugadores jóvenes, su filosofía central representa el espíritu de Cruyff.

(De hecho, Marc Overmars, cuyo excelente manejo del desarrollo técnico del equipo impulsó la resurrección del club de Ámsterdam, fue contratado por Cruyff cuando el grande regresó a su primer club tres años antes de su muerte en 2016).

Sería injusto decir que Zidane es un pensador, filósofo y obsesivo del desarrollo del mismo calibre que Cruyff, pero sí podría ser el equivalente en Madrid. Ambos comparten características, y también historia.

Cruyff estaba a punto de ser vendido por Ajax a Madrid en 1973 antes de que se rebelara y se uniera a Barcelona en su lugar. Veintidós años más tarde, tentó a Zidane a hacer un movimiento similar desde Bordeaux, pero fue despedido por la jerarquía de Camp Nou.

Zidane se sumó a Juventus en 1996 y pasó a Madrid cinco años más tarde, donde comenzó una asociación con el club de la que se desprendieron dos títulos de liga y cinco Copas de Europa como jugador y entrenador.

Como tal, mientras que Cruyff es el No. 1 en la historia de Barcelona, Zidane se ha convertido, junto con Alfredo Di Stefano, Francisco Gento y Cristiano Ronaldo, en uno de los íconos de Madrid. Lo que Los Blancos necesitan es que el supervise y reafirme los valores, las ideas y el planeamiento del equipo.

El brutal declive del equipo en el último año sólo se debió en parte a la salida de Cristiano (recuerden, solamente ganaron dos títulos de la Liga en sus nueve temporadas con el club). Y también se debió en parte a que el equipo – consciente o inconscientemente – se relajó y no tuvo tanta sed de victoria después de cuatro victorias en la Champions League en cinco años.

Desde que se sumó formalmente al club en 2009 y hasta que se hizo cargo de la función de entrenados siete años después, Zidane fue director de fútbol, jefe de análisis de cazatalentos, entrenador de Castilla, embajador y nexo entre los directivos y el escuadrón.

La Eminencia Gris. Se convirtió en una persona de confianza de Florentino, quien no es muy cercano a muchos más allá del encargado de la parte comercial y de marketing, José Ángel Sánchez, y siempre complementó el deseo del presidente de invertir, invertir, invertir.

Zidane estaba en todo. Desde a quién firmaba, cuándo, y en lugar de quién. A qué jóvenes alentar y motivar, además de convencer a los jugadores para que eligieran a Real Madrid en vez de, por ejemplo, Manchester United o Manchester City… para todas esas cuestiones, él era vital.

Pasar a Zidane desde su rol de asesor a la banca, resultó en un éxito masivo.

Pero en realidad, estaba cosechando los frutos de su propia labor. Plantar, cosechar, mantener. El hecho de hacer que sólo se concentrara en la función de entrenador, dejó un espacio que resultó en la falta de planeamiento a medio plazo y en la imposibilidad del equipo de poder anticipar lo que podía venir después.

Cuando renunció en pasado mayo, días después de ganar la Champions League por tercera vez, Zidane no sólo pudo ver los problemas que se avecinaban en términos de reclutamiento, atletismo, atención al detalle, jerarquía dentro del equipo y sed de victoria, sino que además se encontraba en una posición privilegiada para entender que nadie había estado haciendo el trabajo, que él había hecho antes, de manera adecuada.

Lo que Florentino pudo y debió haber aprendido al ser testigo del éxito de Barcelona es que un sistema inteligente, bien planeado y consistentemente aplicado desde una filosofía central, siempre prevalecerá sobre los grandes presupuestos o las mejores apuestas a lo largo de las temporadas. Mientras más larga es la comparación, más claro es el margen de ventaja.

Al marcharse, Zidane se quiso asegurar de que el resiente entendiera que un futuro de Madrid que lo involucrara a él, tenía que ir acompañado por más autonomía para tomar decisiones, sobre todo en el tema de incorporación, transferencias, interferencia del presidente, entrenamiento, autoridad en el vestuario… se entiende la idea.

De lo anterior se desprende que Florentino debería haber dejado de lado su orgullo y asegurarse de que se creara una posición de entrenador efectiva y autónoma, con Zidane en ese rol. Debería haber logrado un equilibrio entre incorporar talento joven mientras seguían siendo competitivos.

En vez de actuar como el siguiente entrenador, por ejemplo, debería haber elegido a la persona adecuada para el puesto. Es más, debería tomar la decisión fundamental de despedir a determinados miembros del equipo. Toni Kroos, por ejemplo, pasó su fecha de venta el verano pasado. Más abajo del primer equipo, Zidane debería desarrollar la idea de cómo guiar a futuras generaciones por lo que Madrid llama La Fábrica, la versión de La Masía de Barcelona.

Real Madrid tiene su versión de Cruyff, de Monchi de Sevilla, de la sociedad Karl-Heinz Rummenigge-Uli Hoeness de Bayern Munich. Bien aprovechado, Zidane podría haberse convertido en la Piedra angular de inteligencia, ingenio, admiración y éxito que no depende del modelo actual de Florentino con altibajos marcados.

En vez de eso, al restringirlo a la banca, se corre el riesgo de repetir la historia.

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