Editorial

Bienestar para Mujeres en Retiro – Cultura de paz en la educación

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Bienestar para Mujeres en Retiro

Cultura de paz en la educación

Lourdes Cabrera Ruiz

Hemos ofrecido un breve panorama de las acciones relativas a la cultura de paz en nuestro país. Para adentrarnos en las prácticas educativas, retomemos la definición formulada por la ONU (1998, Resolución A/52/13), en la que <cultura de paz> reúne <<una serie de valores, actitudes y comportamientos que rechazan la violencia y previenen los conflictos tratando de atacar sus causas para solucionar los problemas mediante el diálogo y la negociación entre las personas, los grupos y las naciones>>.

De los ocho ámbitos de acción propuestos como ejes que darían cohesión y congruencia a dicha cultura, continuamos revisando el de la educación, aunado ahora al de la comprensión y la solidaridad, en actividades donde la participación sea la clave para ir más allá de las buenas intenciones de una parte del conjunto. Involucrar a quienes laboran como directivos, administrativos, docentes, y personal de apoyo técnico y de limpieza, así como a las organizaciones de la sociedad civil, entre otros actores, implica una mirada diferente a la situación que pretende ser mejorada o mantenida en niveles de sana y armoniosa convivencia escolar.

En efecto, las diversas manifestaciones de violencia escolar obedecen a una amplia estructura de índole cultural que permea no únicamente en lo educativo formal, sino también en el informal, por lo que padres de familia, gobierno, empresas privadas y demás componentes de una determinada sociedad participan de alguna manera y en cierta medida dentro del marco de dicha cultura. Desde esta mirada abarcadora es que la noción de <cultura de paz> encuentra la manera de revertir los índices y manifestaciones de violencia.

Durante un largo periodo de investigación, estudio y difusión de hechos violentos en los más diversos contextos de convivencia, interacción o reunión se logró identificar todo signo de violencia, desde el más sutil hasta el más explícito, por lo que siendo identificada, el siguiente paso fue prevenirla. Si bien el concepto de violencia en nuestro país se asocia con <delincuencia> y, por tanto, con <castigo>, <impunidad>, o <reparación del daño>, la Ley General para la Prevención Social de la Violencia y la Delincuencia, seguida de su Programa, que finalizó en 2018, tendrían que hallar un seguimiento de carácter más propositivo.

Es aquí donde comienzan las acciones auténticas y sostenibles, que puedan a la vez ser transferidas y replicadas a contextos semejantes. Nos ocuparemos de lo auténtico. Aquí retomamos la importancia de la comprensión y la solidaridad que mencionamos líneas arriba. A menos que no se reconozca y asuma la calidad de vida que otorga un ambiente pacífico, los involucrados no estarán motivados a procurarlo. En nuestra cultura contamos con demasiados ejemplos de cómo ganar al adversario mediante agresión, abuso de poder, difamación. Para vencer hay que dividir. Y qué se gana. ¿<Progreso>?, ¿<confort>? Son pocos los modelos de no-violencia difundidos masivamente. Quizá porque la historia de la humanidad ha tenido como referencia dolorosa todas esas disputas por <lo mío> embadurnadas de <gloria>.

Revertir este modelo de convivencia mediante ejemplos de vida respetuosa y pacífica es una de las maneras de comenzar a construir estructuralmente la cultura de paz. Mediante la puesta en práctica de estos modelos, a través de la capacidad de agencia en proyectos colaborativos, se avizora una etapa en la que lo auténtico buscará el modo de ser sostenible. Si comprender puede ser el paso decisivo para interesarnos en acciones de paz, colaborar seguramente será el resultado de una convicción, la que nos distingue más allá y en virtud de la diversidad: el hecho de que somos una misma especie.

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