Editorial
LOS VIEJOS AMIGOS – Y AQUÍ EMPIEZA EL ABISMO
LOS VIEJOS AMIGOS
ROBERTO CARDOZO
Y AQUÍ EMPIEZA EL ABISMO
¿No te ha pasado que en ocasiones te reencuentras con viejos amigos y alguno te quiere saludar con los apodos de siempre, como un “¿qué pedo, pinche zancudo?”, entonces lo ves y te preguntas si habrá tenido algún tipo de problema psicológico? Esto es porque seguramente se quedó con la idea de que las cosas nunca van a cambiar entre tú y tus amigos.
A mí me sucedió hace poco tiempo, en un reencuentro en el que varios amigos tenían tiempo sin ver al resto del grupo que fuimos en la adolescencia. Los que nos seguimos viendo todo este tiempo, teníamos una comunicación fluida, debido a que estamos enterados constantemente de lo que sucede entre nosotros. Los que se han ausentado por mucho tiempo, por momentos se quedaban mirando nada más cómo fluían las palabras con chistes nuevos y anécdotas de las que no fueron partícipes.
Estar en esa plática, por momentos fue como abrir una cápsula del tiempo, en la que se recordaban momentos pasados. Bueno, dirás que en todas las reuniones de amigos sucede que se recuerdan las anécdotas pasadas y todos ríen, pero recordar es una cosa y querer seguir viviendo la amistad como antes es algo muy distinto.
Recordar una amistad y sus momentos felices es algo que se da al calor de unas cervezas, es algo que desaparece cuando alguien pide la cuenta. Entonces, te concentras en pagar tu parte o ponerte de acuerdo a ver quién paga esta vez, con la promesa de que para la próxima tú vas a pagar. Las reuniones de amigos deben ser para eso, para recordar viejos tiempo sin aferrarse a ellos como si se pudiera seguir jugando una cascarita en el parque hasta las dos o tres de la madrugada.
Tenemos que saber perfectamente que ahora las conversaciones van a ir en torno a cosas de los hijos, problemas del trabajo, problemas con la pareja. Entre los tragos de cerveza van apareciendo enfermedades que nunca pensaste tener y que solías decir que son cosas de viejos.
Si acaso eres de esas personas que pretende que las amistades, los chistes y todo el relajo que armabas de joven, se siga dando entre tu grupo de amigos, quizá deberías consultar con un especialista. O bien, asistir más seguido a las reuniones de amigos a las que seguramente no vas porque no te deja tu esposa.
Además, qué flojera seguir con lo mismo después de veinte años. Es mejor aceptar que uno va envejeciendo y que las cosas tienen que cambiar porque el tiempo no se detiene ni perdona nada. Bueno, eso supongo; pero ahora, con permiso, ya me está doliendo la espalda.