Editorial

DISCRIMINACIÓN INVISIBLE – Y AQUÍ EMPIEZA EL ABISMO

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DISCRIMINACIÓN INVISIBLE

ROBERTO CARDOZO

Y AQUÍ EMPIEZA EL ABISMO

¿Hacia dónde se dirige, joven? ¿De dónde viene? Lo único que me gustó de esas preguntas es que a mis cuarenta y tres, aún me digan “joven”; de todo lo demás, el contexto hace que no sea la mejor experiencia. Todo esto sucedió en un retén policial en la carretera Mérida – Cancún. ¿Será acaso que tengo qué pagar el precio de la “seguridad”? ¿Será acaso que uno no puede manejar por las carreteras de México con el cabello largo, barba crecida, ropa oscura, sin ser tomado como sospechoso de algo? Esta situación la he vivido desde hace muchos años, en los aeropuertos, centrales camioneras, retenes policiales y militares, en casi cualquier lugar que requiera seguridad pública, como si fuera una amenaza para nuestro país. El colmo sucedió hace unos días, cuando platicaba con mi hija menor y me decía que le gustaba mi cabello largo porque es suave, pero que en la calle iban a pensar que soy niña. Después de una larga plática viendo imágenes de hombres con cabello largo y mujeres con cabello corto, llegamos a la conclusión de que cada persona es libre de elegir una moda sin menoscabo de su esencia como ser humano. Lo lamentable de esta última situación, es que estos temas se los enseñan en la escuela, como si tener cabello corto o largo definiera un género, o nos hiciera mejores o peores personas.

Hay una discriminación invisible. Todos, de alguna manera, somos minoría y en incontables ocasiones seremos víctimas de este tipo de discriminación. Desde que nos llamen (y traten) como jóvenes o viejos, hombres o mujeres, fuertes o débiles, entre otras cosas. Por eso, se deben romper los estándares de imposición social y comenzar a entendernos como seres humanos totalmente diferentes entre cada uno de nosotros.

Acabar con esta forma invisible de discriminación podrá llevar más tiempo, porque aceptamos muchas prácticas discriminatorias en favor del “bien común”, las adoptamos y nos amoldamos a éstas. Llevará tiempo, pero es un paso obligado como parte de la evolución del ser humano si queremos pasar a un siguiente nivel de convivencia social, ya que cualquier movimiento anti discriminación lucha únicamente por un sector visible.

Entonces, los movimientos sociales anti discriminación solo obedecen a un principio publicitario: los segmentos de público. Hacemos movimientos solo por lo que vemos y nos interesa, no pensamos en la sociedad como un conjunto, por lo que intentamos resolver un problema sin que pensemos si solucionamos el origen o, peor aún, sin pensar en que podemos estar iniciando un problema mayor; como cuando llevaron el agua a una comunidad para que las mujeres ya no tuvieran qué ir al rio a buscarla o a lavar, sin ponerse a pensar que ese momento era el que aprovechaban ellas para platicar, organizarse y tomar acuerdos sin la intervención del hombre.

El llamado es a que comencemos a abrir los ojos a esas discriminaciones cotidianas, invisibles, que cometemos contra nuestros cercanos y la gente con la que interactuamos. No creo que se trate en ningún caso de salir a las calles a hacer marchas, aunque sí se trata de manifestarnos y sobre todo, de cambiar, de tener una nueva conciencia sobre el respeto a las demás formas de vida.

Mi cabello crece un poco más cada día, mi barba también y seguramente seguiré siendo víctima de esta discriminación por mucho tiempo, pero no me importa, lo que ahora me importa es el brillo de mi cabello. ¿Alguna recomendación?

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