Editorial
LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO EN LA POESÍA – A PULSO DE TINTA
LO APOLÍNEO Y LO DIONISIACO EN LA POESÍA
GABRIEL AVILÉS
A PULSO DE TINTA
Hace unos meses, inicié la lectura del libro el Nacimiento de la Tragedia de Nietzsche que explica en este su primer libro, escrito en 1872, los conceptos de lo Apolíneo y lo Dionisiaco en el arte. Estas conceptualizaciones ya antes las había dado a conocer Schopenhauer, sin embargo, me gustaron las ideas expuestas por el creador del El Anticristo.
A qué se refiere Nietzsche con lo dionisiaco.
Es el creador y sus demonios, el caos, el sentir, la pasión, el instinto, la irracionalidad, la intoxicación personal, su identificación con la naturaleza y no con la sociedad narcisista y gélida actual, al momento de hacer una obra, específicamente, en la lírica se pervive en los poemas de verso libre, con un aliento largo o corto, en ocasiones sin ninguna puntuación y una verdadera rebeldía dentro de lo establecido como estético.
Ejemplo de lo anterior es el dadaísmo y la poesía experimental, en cuanto a bardos se puede mencionar a Sabines, Rimbaud, por mencionar algunos, como una muestra perfecta del escritor que adorar su intimidad y la vorágine que hay en ella hasta el paroxismo.
Y lo Apolíneo…
Sucede cuando el artista al hacer una obra sigue un metodismo, disciplina, técnica, orden, disciplina, estudio, decreta lo impersonal por medio de la razón y la lógica, secuestrado por su cultura intelectual, vive en un estado de perfecto sueño, usa el principio de individualización, el cual, se basa en que todo tiene su origen en un ser conceptual y universal cuyo control se manifiesta en el contexto histórico que le toca vivir y conformar con los demás pero con un espíritu egoísta, de autocontrol.
En ese aspecto, lo descrito en el párrafo anterior se puede percibir en la literatura escrita en la edad media, obscura, con rimas consonantes, sextetos, sonetos, técnicas que pretenden contar historias externas al autor como el Mío Cid. En el siglo pasado, los poetas nacionalistas como Ramón López Velarde y hasta cierto punto Octavio Paz son para mí los representantes más cercanos a este modo de pensamiento.
De hecho, este autor escribe lo siguiente, muy importante para todos aquellos que deseamos crecer como escritores:
Para poner más a nuestro alcance esos dos instintos imaginémonoslos, por el momento, como los mundos artísticos separados del sueño y de la embriaguez; entre los cuales fenómenos fisiológicos puede advertirse una antítesis correspondiente a la que se da entre lo apolíneo y lo dionisíaco. En el sueño fue donde, según Lucrecio, por vez primera se presentaron ante las almas de los hombres las espléndidas figuras de los dioses, en el sueño era donde el gran escultor veía la fascinante estructura corporal de seres sobrehumanos, y el poeta helénico, interrogado acerca de los secretos de la procreación poética, habría mencionado asimismo el sueño y habría dado una instrucción similar a la que da Hans Sachs en Los maestros cantores:
“Amigo mío, ésa es precisamente la obra del poeta,
el interpretar y observar sus sueños.
Creedme, la ilusión más verdadera del hombre
se le manifiesta en el sueño:
todo arte poético y toda poesía
no es más que interpretación de sueños que dicen la verdad” .