Editorial
CENTRO DE REHABILITACIÓN O CARCEL, ENTREVISTA CON GIOVANNI LÓPEZ Y SUS DÍAS EN EL INFIERNO
CENTRO DE REHABILITACIÓN O CARCEL, ENTREVISTA CON GIOVANNI LÓPEZ
Y SUS DÍAS EN EL INFIERNO
GABRIEL AVILÉS
Hace unos días me encontré por azares del destino, a un viejo conocido de la infancia, Giovanni, éste había estudiado conmigo la secundaría, después de más de veinte años de no vernos, se me acercó en el autobús y me saludo titubeando un poco; lo vi y sin recordarlo al cien por ciento le di la mano, después de una pequeña charla, ya pude descifrar quien era.
Completamente cambiado, no sólo por los años también por los excesos con el alcohol pues mientras hablaba se sentía el tufo de aguardiente y se veían sus manos temblorosas, me comentó que es albañil, casado y con dos hijos, los cuales ya casi cumplen los 20 años. Imprudente como siempre, su servidor le preguntó que si bebía diario y asentó la cabeza para confesarme:
Desde muy joven empecé a tomar, primero, por diversión y luego se convirtió en una necesidad muy fuerte, todo el día me la pasaba con la caguama en la mano, lo que ganaba y gano en las obras son para los mísiles, ya sabes para compartir con los compas y los fines de semana, además a mi vieja también le gusta y mis hijos ya se pueden mantener solos.
De ese modo inició un dialogo que hoy decido escribir para que usted lector, lea como el alcohol es la peor droga permitida por la sociedad y causa grandes estragos en ella.
Sin tapujos le cuestioné: ¿alguna vez has ido a Alcohólicos Anónimos o a un Centro de Rehabilitación para tomar menos?. Él con una sonrisa sardónica, confeso:
En alguna ocasión al morir mi madre, decidí cambiar de vida, por la promesa que le hice antes de morir; un conocido me recomendó un lugar por la colonia Santa Isabel, durante tres meses estuve encerrado en ese centro y me fue de la fregada, pues, en lugar, de apoyar a mi recuperación hicieron totalmente lo contrario, me volvieron más adicto a la cheva.
¿Por qué, disculpa, si te pregunto, apenas nos vemos y ya ando indagando en tu vida?
Para nada, ese pinche lugar, decía que todo lo que hacían eran por piedad y que con el poco apoyo del gobierno se sostenían; sin embargo, no era de ese modo, cuando entré como residente, me cobraron $2500 pesos por los gastos que podría generar mi recuperación, además me hicieron firmar una carta de confidencialidad acerca de todo lo que viera o viviera en ese lugar cuya fachada es muy bonita, pero, cuando te dejan solo, los weyes te llevan a un cuarto muy pequeño donde hay más de una veintena de hombres, te quitan la ropa que traes y te dan la más vieja de ellos, duermes en una colchoneta toda sucia en el suelo con otras personas más. Hay chavos, maduros y viejos, los cuales en ocasiones les dan palizas por orinar o ensuciar mientras duermen.
¿Cómo era un día normal ahí?
En la época que fui, era de frío y ellos te levantaban a las seis de la mañana para que te bañes con agua fría junto con tus compañeros, luego, te daban de desayunar un vaso de agua pintado con horchata y algunas galletas animalitos o en dado caso pan duro, sin importar que tu familia, haya llevado una despensa especialmente para ti.
Luego se hacía un rosario y al terminar, nos dividían por secciones, los que apoyaban a cuidar, los apoyos en la comida y los rezagados donde estaba pues de acuerdo a ellos, los rezagados siempre recaen en el alcohol, al mediodía te decían que tenías tres minutos para ir al baño hacer tus necesidades, mientras uno meaba, otro ensuciaba y para limpiarse te daban algunas hojas de papel, del más corriente.
Después de lo anterior, comenzaban las pláticas de tres horas acerca del alcohol y sus consecuencias, ,e daban medio sorbo de agua con una pastilla, esa pastilla, me confundía, yo no sabía que lo que pasaba era realidad o alucinación, sin embargo, conforme paso el tiempo, hacía como que la tomaba y luego la escupía a la basura para poder estar lo más lúcido posible.
¿Y la comida, era igual de impune?
No manches, era lo peor, mucho arroz, frijol y 10 tortillas con moho y duras recalentadas sino las comías, te tiraban toda la comida en el suelo y como perro tenías que comer y limpiar con tu lengua la parte sucia; además de darte tu correctivo por los de la limpieza pues como ellos tenían que limpiar el desastre, te daban una buena madriza antes de hacerlo.
En la cena era la misma comida, llego el momento en el cual lloraba por un poco de agua, de refresco, de un pedazo de carne.
¿Aguantaste los tres meses?
No, al mes y medio pedí mi salida, al principio, me daban muchas trabas pero hablé con mi familia y les conté lo que ellos me decían pues ante cualquier llamada o carta que escribes para entregar a tu gente de manera semanal, leen todo y oyen todo con la finalidad de que no los comprometas. Al final tuve que volver a pagar una cuota de salida.
El día que salí, durante dos días festeje bebiendo y llorando mientras mi esposa e hijos oían lo que pase, así como yo, hay muchas personas que por ignorancia desconocen tantas cosas, no como tú que siempre fuiste cerebrito.
¿Oye y no sabes si aparte de ese, hay otro centro de rehabilitación que ellos manejen?
Mi familia dio con ese lugar, gracias al centro que manejan o manejaban para jóvenes, enfrente de la preparatoria 1, ahí por la T1, espero que los cierren pues hacen mucho daño.
Una pregunta: ¿esto que me contaste lo puedo escribir para el periódico donde tengo una sección de entrevista?
Claro, sólo que no pongas mi verdadero nombre, no vale la pena. Ojalá y nos encontremos pronto, te paso mi número de celular por si quieres enviarme un mensaje para leerte, me despido, ya llego a mi casa.
Le agradezco a este conocido, la confianza que me dio para poder pasar esto en limpio y escribir una charla que espero sea valorada, si tiene una personas con alguna adicción y quiere meterla a algún tratamiento antes de hacerlo, hay que informarse bien, sin miedo ni tapujos pensando en el bienestar de la persona con el problema.