Editorial

EL DOLOR DE TALLEREAR – Miembro de “Hipogeo taller de cuento” Letras Para Tu Panóptico Mirar

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EL DOLOR DE TALLEREAR

Mar Gómez

Miembro de “Hipogeo taller de cuento”

Letras Para Tu Panóptico Mirar

 

                                                                                                Todo dolor tiene un componente psicológico,

                                                      todo dolor es una experiencia sensorial o   emocional desagradable.

 ¿Tallerear tiene que ser doloroso…?

 

Hablar de que existe dolor psicológico en un taller literario, es hacer lectura a cuatro componentes que suelen estar presentes en él; sin llegar a ser patológicos, estos personajes dan luz y sombra en cada sesión: el manoseado concepto de Ego, lo cognitivo evaluador de la sesión, lo subjetivo emocional de los lectores versus escritor y la presencia del narcisismo humano.

En teoría el verbo Tallerear nos remite a una experiencia que con lleva como labor el pulir un texto, limpiarlo, enriquecerlo y mejorarlo. Sacar al que escribe de su encasillamiento creativo cuando expone su texto mediante la lectura, para que por medio de ella (los lectores) comenten de manera crítica, detallada, respetuosa  y civilizada, sugerencias para su reescritura, y ofrecerle  nuevas perspectivas, las de un ojo nuevo, las del lector que se enfrenta a nuestras letras, tarea que transfiere cierta dosis de dolor.

Los textos parecieran entrar a una sala quirúrgica a ser operados de nuestras propensiones al trillado cliché. Serán abiertos en espacios, marcándoles determinadas zonas para añadirles otras y/o modificar las existentes. Naciendo la conocida escritura intervenida. Los que asistimos debemos ir con la intención de reconocer y  estimular la originalidad y la vitalidad. Los cambios sustanciales pueden ocurrir para realizar un progreso inesperado y hasta admirable, si es que la atmosfera es apropiada para esta metamorfosis, eso es una de las mágicas bondades del tallereo. La mesura como elemento mediador debe hacer su aparición. Aunque no somos las personas quienes  debemos sobresalir, la palabra del escritor o aprendiz, entiéndase como el texto en sí, es el verdadero protagonista; pero no deja de ser un instrumento a través del cual expresamos ideas, sentimientos y experiencias al narra hechos imaginarios o situaciones; lo que no deja de afectar el mundo interior de quien escribe. Por tanto indagar en ese mundo subjetivante, descubrirle nuevos significados a su realidad social, histórica y cultural, es una fascinante dosificación de dolor psicoemocional.

La idea no es invalidar, debe tratarse de un intercambio de ideas bien intencionadas, tampoco de un inútil parloteo entre conocidos, ni ensalzar  los ya legendarios egos de algunos. Con el aglomerado de opiniones se pueden hacer conjeturas de lo que falta o sobra en el texto.

Como en todos los grupos sociales existen personalidades diversas que psicológicamente los definen, los talleres literarios no son la excepción y en ellos podemos encontrar:

 

I.- Personajes que nunca o poco han tenido que ver con la literatura. Los que fueron aplaudidos por su maestra o su mamá, los que salen huyendo antes de aprender la lección, abandonando el taller luego de un par de sesiones, y es que el oficio de escritor es más que una cuestión de voluntarismo. Para escribir con calidad literaria hay que leer, re-escribir y limpiar. Ese trabajo duele…

II.- Los que tienen algún talento literario pero necesitan fuertes dosis de reafirmación narcisista, los enamorados de sus propias creaciones y que toman las críticas o sugerencias como innecesarias,  por tanto se niegan por sistema a aceptarlas.

III.- Lo que actúan en detrimento de la calidad del texto, argumentando que  se tiene que defender solo, que no es una feria de vanidades, aunque muchas ocasiones ellos acuden para que elogien los suyos. Su intención consciente o inconsciente es destruir despiadadamente a los demás con hirientes comentario, pareciendo obtener orgasmos  por cada víctima.

IV.- Los que tienen verdadero talento y acuden para revisar sus textos, aprendiendo con humildad de comentarios y críticas,  y no del  “nalgoteo o elogio mutuo”.

V.- Y los pasivos observadores, que solo aportan su presencia física y el calor a las sillas; no exponen, solo observan precavida, calladamente…

 

Las bondades y las maldades humanas hacen presencia en los talleres literarios. Ernest Hemingway argumentaba que “El don más esencial para un buen escritor es tener un detector de mierda incorporado, ese es el radar de un escritor”… a veces la emoción afecta el funcionamiento de ese detector.

Existen muchas formas para pulir un trabajo, es cuestión de hallar la indicada, una de ellas son los talleres, donde uno no sienta  la opresión en el pecho, las ganas de llorar y lanzar todo por la borda, debido a las críticas destructivas. En su lugar esperamos las sugerencias para embellecer perceptiblemente lo que se ubica como error. Imaginarse que se está fuera de una cámara de Gesell y se observa a un grupo de prueba para ver sus reacciones ante un nuevo producto, es una forma de resolver el malestar y dar paso al crecimiento, pues al final solo corresponde al autor del texto la reestructura con lo sugerido. El fenómeno del tallereo surgió a la mitad del siglo XX, en nuestra época, es una práctica generalizada y necesaria. El concepto es tan aceptado como el verbo que se ha acuñado en casi todos los idiomas; to workshop es mucho más que discutir un trabajo en grupo. La actividad implica un compromiso por parte de cada uno de los participantes a poner atención al relato incipiente que se aporte al taller. La atmosfera de este espacio resulta intensa y personal, contraria a la relajada de escribir en soledad. Compartir aciertos, experiencias y fracasos proveen la necesaria disciplina intelectual, emocional, social y hasta espiritual para desarrollar  el pensamiento crítico y la apreciación por la literatura. Lo generado en estos talleres alimenta revistas, suplementos, publicaciones en red, libros, testimonios de trabajo y la creatividad de los miembros.

La tallereada tiene mucha tela de donde  cortar, ¿será necesario sufrirla?…

¿Las publicaciones en individual o en conjunto materializan y exaltan con orgullo la dolorosa o apetecible faena de los asistentes?

Queda para la reflexión…

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