Editorial
Crónicas del Olvido – “EL CIELO INVERTIDO”, DE JOSÉ NAPOLEÓN OROPEZA
Crónicas del Olvido
“EL CIELO INVERTIDO”, DE JOSÉ NAPOLEÓN OROPEZA
Alberto Hernández
1.-
El 6 de septiembre de 1944 fue fusilado, por una soldadesca nazi, en la localidad italiana de Lucca-Camaiore, el Obispo venezolano Salvador Montes de Oca, según reza el informe redactado en el momento de su exhumación del Camposanto Monte Magno.
La historia la desarrolla José Napoleón Oropeza en su novela “El cielo invertido” (bid & co. Editor, Caracas 2017, con el apoyo de las ediciones de la Universidad Católica Andrés Bello).
Esta novela relata en varias voces la traición contra el prelado caroreño por parte de la llamada godarria religiosa de Valencia y de la misma iglesia católica, encabezada por el Papa Pío XI. Es la historia de una maldad bien orquestada contra un sacerdote que ascendió por sus méritos, pero que era rechazado por quienes aspiraban a ocupar su puesto como Segundo Obispo de la mencionada ciudad de la época.
Una vez expulsado de la Iglesia por los más encumbrados del Vaticano, decidió entregar el resto de su vida al ejercicio de la oración recluido en la Orden Cartuja de La Forneta, ubicada en la misma ciudad donde fue fusilado en compañía de todos los monjes y un grupo de partisanos que ellos ocultaban para evitar que fuesen asesinados por el ejército invasor de Adolfo Hitler.
Este es el final de este episodio inédito en el acontecer nacional. Un hecho que conmovió, no sólo a la sociedad venezolana sino a quienes estuvieron cerca en Italia y en otros países del legado del padre Montes de Oca, quien fue marcado por la mano criminal de Juan Vicente Gómez en contubernio con el poder eclesiástico de esos tiempos afecto a la tiranía.
Sus huesos fueron rescatados por los sacerdotes Don Silvano Tomei, italiano, y el venezolano Luis Rotondaro, “enviado desde Venezuela”. El cuerpo acribillado de Montes de Oca fue enterrado por unas mujeres que lo hallaron en estado de descomposición y luego lo depositaron en el mencionado cementerio. Su Breviario, que no soltó de su mano derecha mientras lo ajusticiaban, fue la prueba más convincente de que se trataba de Salvador Montes de Oca. Luego de las ceremonias realizadas en Europa, su cuerpo fue traído a su país. Una larga caravana desde La Guaira hasta Valencia protagonizó la importancia del personaje quien recibió lo honores en todos los pueblos por donde pasaba. Fue sepultado en la Catedral de Valencia.
Su vida de seminarista se resume en un joven dedicado a la Eucaristía, a la solvencia moral contra la injusticia que en ese momento imperaba en el país a través de la mano de esbirros y criminales dirigidos por el “Bagre” Juan Vicente Gómez.
2.-
El relato lo lleva a cuestas el joven aspirante a cura Eduardo Montes, quien se desdobla en una suerte de esquizofrenia narrativa en procura de la reconstrucción de la vida del mártir Monseñor Montes de Oca. Son vidas paralelas, la de Eduardo Montes y la del Obispo. Son vidas que se cruzan en tiempos diferentes, distanciados, vidas ejemplares que se revelan en una vocación por la ascensión, por la exculpación de un sacerdote que sufrió dos destierros: el primero porque Montes de Oca se negó a seguir las órdenes de las autoridades gomecistas, que consistían en que no llevara a efecto los actos fúnebres de un joven torturado y luego asesinado por los esbirros del régimen. Los criminales sostenían, como siempre, que se trataba de un suicidio. El Obispo –a través de la familia, quien abrió la urna- comprobó que lo habían masacrado. Montes de Oca fue a dar con su vida, por un par de años, a la isla de Trinidad. La componenda para borrarlo del mapa de la ciudad continuó, pese al afecto que toda la feligresía sentía por el sacerdote.
El segundo destierro fue producto de una conspiración entre las autoridades de la iglesia y el gobierno, a través de la mano de un oscuro sacerdote quien hacía de secretario privado del mencionado futuro ajusticiado.
El mismo Papa Pío XI no atendió a sus reclamos y lo expulsó del cargo, pero desde niño Montes de Oca soñaba con ser cartujo, razón por la cual termina en el monasterio donde –en una orgía de sangre- fue asesinado por los nazis un poco antes de la llegada de las fuerzas aliadas, encabezadas por Estados Unidos.
La línea narrativa contiene una traición que dio al traste con la dedicación de un sacerdote que pudo haber continuado con una obra ejemplar en aquella pueblerina Valencia. La historia personal de un hombre que resume el lado bueno y malo de personajes que se mueven en esta novela, sujetos a los vaivenes de intereses y de afectos que convergen en recrear la también historia de un país que aún no termina de salir del atraso político.
3.-
José Napoleón Oropeza demuestra su capacidad como novelista con este trabajo. Su capacidad para contar una historia desde un Eduardo Montes alucinado, investigador, vocacionalmente dedicado a registrar la vida del personaje que hace de “El cielo invertido” un mosaico de voces, un espacio polifónico y coral en el que los personajes comparten sus acentos, se entrecruzan para fundar un modo nuevo de narrar: todos los personajes viven atados a un registro en el que el tiempo se resiste a ser lineal fundido en diversos ecos: se inventa en la medida en que cada uno de los actantes ejecuta las acciones.
Una poética en la que narración y diálogo se combinan y hacen de la lectura un solo instante. Eduardo Montes se mimetiza. Se transfigura. Transmigra. Es Montes de Oca, sufre los mismos avatares del sujeto que investiga con pasión: habla en sueños y hasta logra sentirlo en sus retiros espirituales. Se colma de él, se llena con su espíritu a través de todos los documentos que recibe para armar la novela que escribe luego como José Napoleón Oropeza desde el lector. Entonces también es una autobiografía: el narrador venezolano destaca su nacionalidad verbal a través de lo que él fue como seminarista, como sujeto hablante, como estudioso del latín, el idioma muerto que resucitaba los muertos y hacía posible la presencia de la tradición. He aquí que nuestro autor revela algunos episodios de su vida desde que sale de Puerto Nutrias hasta su llegada definitiva a Valencia.
Eduardo Montes es uno en dos. Es doble: tiene dos vidas, la que dedica a su preparación como estudiante de Dios y la que lo empuja a descubrir la historia de una traición, los momentos cruciales de la muerte de Monseñor Salvador Montes de Oca.
Pero también es Salvador Montes de Oca. Es una suerte de reflejo: “espejo contra espejo”, el contexto del otro, un contexto que lo acosa, que lo busca para que lo descubra como producto de una traición.
Eduardo es un personaje/ avatar que comienza a vivir en “Las redes de siempre” (Monte Ávila Editores, Caracas, 1976 y sigue su curso vital en “Las hojas más ásperas” (Monte Ávila, 1982) y en “Las puertas ocultas” (bid & co. editor, Caracas, 2011), hasta convertirse en un “detective” detrás de un personaje a quien investiga para sacarlo de la sombra.
Es decir, con “El cielo invertido” José Napoleón Oropeza cierra un ciclo. Esta tetralogía es un recorrido desde Puerto Nutrias hasta Valencia. Un largo viaje del que han quedado muchas páginas, que han hecho de una existencia una ficción vívida y vivida.