Editorial
Despertar – A Través de la Pluma
Despertar
Mariel Turrent Eggleton
A Través de la Pluma
El próximo 29 de noviembre a las 19:00 hrs, el hotel The Ritz Carlton Cancún organiza una subasta de arte para apoyar la construcción de un centro de educación integral para niños en situación de vulnerabilidad y abuso en Cancún.
Ahí se reunirán obras de los mejores artistas plásticos contemporáneos de México: más de 30 obras en exposición y más de 100 en catálogo.
Malix Editores, ha preparado una selección de textos para crear conciencia en los asistentes con la firme creencia de que, si todos ponemos nuestro granito de arena desde nuestras trincheras, al mundo puede ser un lugar mejor.
Cuando me proponía escribir mi texto, en la maestría me pidieron un texto basado en el argumento del cuento de Augusto Monterroso: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Entonces pensé que el argumento era perfecto para hacer un texto que cumpliera con ambos propósitos. Así maté dos pájaros de un tiro. Aquí mi colaboración, esperando que muchos niños como José, encuentren un mejor destino.
Despertar
Cuando Elena le hizo la propuesta, por segundos su cara se iluminó y sus largas pestañas estuvieron a punto de emprender el vuelo, pero instantáneamente había agachado la mirada y continuado su paso entre los coches con la mano extendida. Ella tenía su propia historia y conocía aquel gesto. Sus palpitaciones aceleraron. Cuando se puso la luz verde, sacó el brazo por la ventanilla y un poco a la brava, se metió entre los coches para tomar el retorno y aparcar. Esperó impaciente a que terminara su actuación frente a las luces rojas y, cuando la luz verde lo hizo regresar al camellón, lo abordó nuevamente: “¿No te gustaría estudiar? ¡Vente conmigo! Yo te puedo ayudar”. El niño con la mirada evidenció a un hombre que lo estaba vigilando. Elena supo después que le decían el Dinosaurio, así lo apodaban porque era viejo en el negocio y tenía un defecto congénito: era contrahecho y tenía los brazos cortos. Pero en ese momento, Elena apenas alcanzó a ver una sonrisa sepia de fósil jurásico porque una espiral descendiente de angustias pasadas la urgió a huir. “Ya me voy, pero dime, cómo te llamas”. “José”. Entonces, ella le dio un billete que lo salvaría momentáneamente de la tortura de su captor. Media hora después, volvió a pasar en su auto por el mismo entronque. Pero ya no habló con él, le guiñó el ojo y le entregó discretamente un papel con un número telefónico.
José había sido uno de los muchos niños que vivían en El nido del Dinosaurio. Sus manos aún no esbozaban las líneas de su destino, cuando se lo llevó a vivir ahí. Había empezado trabajando en el rebozo descolorido de una mujer que vendía chicles. Cuando tenía ganas de corretear y jugar, el Dinosaurio lo hacía bolsear*, lo sumergía en un letargo que lo alejaba de su realidad. En los cinco años que había estado en El nido, había hecho de todo. Incluso había aprendido algo de inglés cuando se lo rentaban a un turista que lo llevaba a la habitación de un hotel. José tenía una historia mutilada por los abusos e inconexa por los efectos de los sedantes callejeros, pero aquello ya había quedado atrás. Aún vive en una especie de cautiverio, pero algún día podrá salir y forjarse un futuro. Le gusta jugar fútbol y lo hace por las tardes, cuando termina sus estudios. Elena lo visita con frecuencia, a veces lo lleva al cine y, una vez, lo llevó al estadio a ver un partido y le compró la camiseta del América, su equipo favorito.
Ahora, Elena aplaude entre alumnos, profesores y beneficiarios de la organización. José sube al estrado y estira la mano para recibir su diploma. Ella se siente feliz cuando ve sus ojos soñadores de largas pestañas. Ambos sonríen. Pero después, observa cómo José baja la mirada y una opresión en el pecho la sofoca, en carne propia lo sabe, la sombra de su pasado no lo abandonará jamás.
* Inhalar un químico en una bolsa de plástico, papel o un globo, sosteniéndolo frente a la nariz y boca e inhalar los vapores. Bolsear expone al usuario a riesgos de sofocación.