Editorial

PIROPOS – Letras Para Tu Panóptico Mirar

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PIROPOS

Letras Para Tu Panóptico Mirar.

Un puñado de letras para las que ya no están, pero están…

Mar Gómez

Mi cuerpo no quiere tu opinión.

Anónimo

 

         Se los juro que yo no tuve la culpa, ni siquiera probé el alcohol, nunca me drogué, me cuidaba de no andar por ahí de loca coqueteándole a cualquiera. Mi mamá y mi abuela siempre decían, cuídate de los hombres, no les des tanta confianza, ni andes de provocativa. Así crecí, ellas me educaron bien.

         Después de sepultar a mi padre, mamá decidió que era mejor mudarnos a vivir al norte, allá hay mucho trabajo, nos va a ir bien, quién quite y hasta después podamos pasar al otro lado a vivir. Ser viuda y mantener a cuatro hijos no era cosa fácil, por ser la mayor tenía la obligación de ayudar. Tuve que dejar la prepa, allá la retomaría, había que trabajar para ayudarnos y salir adelante.

         Entré a a la maquila, aunque cansada me sentía feliz de ver nuestros lentos progresos económicos. Hice rápidamente amigas con las que salía los domingos al cine, los sábados presentaba algunos exámenes en la prepa abierta, Como decía mami, ¡ay la llevábamos!, despacio, pero seguro.

         Tenía dieciocho años y ganas de tener novio, Jorge me gustaba mucho, era mi compañero en la abierta, aunque lo veía poco, me alegraba su sonrisa, me ilusionaba, sabía que era cuestión de tiempo para que se me declarara.

         Recuerdo era un día común, caminaba hacia al trabajo, cuando una voz masculina se dirigió a mi rostro adolecente, que expresaba sentimientos altruistas y generosos; mirándome de frente dijo:

         “Me gustaría ser lágrima para nacer en tus ojos, recorrer tus mejillas y besar tus labios rojos”

         Mis mejillas colmadas de mancebos sentimientos sonrojaron avergonzadas, emparentándose con la timidez propia de una niña confundida entre la culpa y el placer de sentirse halagada como mujer. Sudoración en el cuerpo y alteración del ritmo cardiaco turbaron repentinamente mí ánimo. Evité mirar a ese hombre, mis labios temblorosos solo emitieron una sutil sonrisa. Era el primer piropo que me hacía un desconocido en esas nuevas calles. Me sentí feliz, era muy romántico.

 

         El mensaje de los labios rojos envuelto como trova metafórica. Quedó desde ese momento de manera contundente tatuado y dulcificado en mi recién estrenada alma de mujer. Invitación poética a enamorarse del amor; se estremecieron las ambiguas y púberes tempestades. Me compre el primer labial rojo.

         El segundo piropo apareció al poco tiempo de usar el arrebol en mis labios, un hombre mayor y diferente al primero apareció un mal día en mi camino:

        

       “Con ese culo has de cagar bombones mamacita”

         Letras conversivas, palabras humillantes envueltas en ofensa. ¿ Cómo es posible que unos jeans de mezclilla provoquen esa vulgar invasión a la estética femenina?. Detén tus soeces palabras, no son graciosa, le dije con mi mirada. No es comprensible tu risa burlona que roba el amor propio, ladrón de inocencias, atracador de purezas. Como eco intentas prostituir el candor de mi despertar al amor. Perverso cosificador no es halago degradar, intimidar y amenazar. No lo es…

 

         El miedo apareció, se lo conté a Jorge y a mamá, la sonrisa carmín de mi rostro empezó a desdibujarse. Siempre que podían me acompañaban como soldados, cuidándome de la bestia. El camino a la maquila sin ellos se convirtió en viacrucis dantesco. Cualquier otro atajo para evitarlo, no frenaba el acoso; siempre aparecía vestido de hombre diferente.

 

         Una insultante y violenta frase en arrítmico y patético sonido, llena de escarnio escuche en otra ocasión:

           “Quisiera ser plomero para destaparte el agujero”

         Así concebí el delito de ser mujer. Forma infame y siniestra, el sádico sin ningún derecho el poco escarlata de mi boca mutilo. Inmovilizadas dejo mis carnes en un violento jalón. Recuerdo el gran dolor cuando me mordió con saña los labios, cuando mancillo macabramente mi cuerpo sin razón. Yo no hice nada mamita, te lo juro, él era una bestia llena de odio y furia, que con impunidad aún circula camuflageado por las calles. Un salvaje que destroza sueños adolescentes, un violador.

 

         Ciudad Juárez, pérfida tierra donde mis huesos serán inhumados cuando la osamenta sin labios rojos sea encontrada en ese silencio desolador. Transformada en espíritu volátil, testifico lo que sucedió, perdóname ya no podré ayudar más en casa.

         Quiero que los querubines celestiales me reciban y juntos enviemos para ti piropos de consuelo y amor.

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