Editorial

DIARIO PELIGROSO. DÍA 42 – MANSALVA

Posted on

DIARIO PELIGROSO. DÍA 42

FRANCISCO PAYRÓ

MANSALVA

www.franciscopayro.com

 

Recibo en el trabajo la visita de compañeros que ocupan el mismo puesto que yo en cada uno de sus estados.

Vienen de Quintana Roo, Yucatán, Ciudad del Carmen, Chiapas y Veracruz. Llega también el jefe de todos nosotros (que tiene su oficina en Cancún). El propósito de la reunión es evaluar resultados. De éstos depende en gran medida nuestra permanencia en la empresa.

Como soy “el anfitrión”, todo debe marchar en mi plaza a pedir de boca. Mis pares parecen ser hombres preocupados y resueltos. Bromean entre sí a propósito de los demás y de nuestra preocupación compartida por lo que habrá de depararnos el futuro en este empleo. Nadie tiene la cabeza asegurada en este sitio y eso lo sabemos de sobra. Por eso mejor reírse. Aunque sea a costillas de los otros.

Lo cierto es que no todo marcha a pedir de boca en la reunión. Pequeños inconvenientes (por ejemplo, un aire acondicionado que momentáneamente no funciona, mi desconocimiento de dónde diablos se encuentran los controles) provocan en mis compañeros la sorna alrededor de mi “error”. El jefe me mira con un aire de desaprobación y eso —lo saben mis compañeros— equivale a haber fallado, a haber “perdido la gracia” del infalible jefe.

Me divierte, en cierta forma, el afán de todos ellos con la apariencia de la perfección. Me divierte porque en el fondo es falsa. Detrás de ella está el terror a cometer errores que puedan ser conocidos por los otros. Equivocarse aquí es imperdonable, así que quien incurre en la desgracia de haberse equivocado es un candidato idóneo al despido.

Dicen que las cosas “allá afuera” están muy feas. Que el trabajo escasea. Que la paga es mala. Todo eso puede ser cierto. Tan cierto como el miedo cerval que nos habita sin que quizás nos demos cuenta.

Las más leidas

Salir de la versión móvil