Editorial

Educación Bajo Palabra – Palabras sin Fronteras

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Educación Bajo Palabra

Gloria Chávez Vázquez

Palabras sin Fronteras

Uno de los problemas de la gran crisis que afecta la educación en los Estados Unidos, reside en la incapacidad del sistema educativo norteamericano de admitir la urgencia de diseñar estrategias, dirigidas a educar al cada vez mayor número de inmigrantes en edad escolar. En la actualidad, y aún cuando las estadísticas presentadas por la Secretaría de Educación Estadounidense se niega a admitirlo, el número de estudiantes procedentes de familias emigrantes supera el de los de familias nativas que viven en las grandes urbes estadounidenses.

A pesar de que las investigaciones más recientes han revelado que el multibillonario presupuesto que nación, estado y municipio asignan a la educación se desperdicia en puestos burocráticos y programas de paños de agua tibia, el problema persiste, condenando así a estudiantes y maestros, no solo al fracaso, sino a cargar con la culpa de un problema que comienza en el hogar y se agrava con las decisiones xenofóbicas de las altas esferas gubernamentales.

¿Responsabilidad Profesional?

La Junta de Educación de Filadelfia acaba de aprobar una medida que condiciona el salario de los maestros al desempeño de sus estudiantes. Mediante el programa «Responsabilidad Profesional», el sistema responsabiliza directamente a los maestros por los resultados de los exámenes, la asistencia y el porcentaje de graduación de sus alumnos. Los aumentos en los salarios y las revisiones en el desempeño escolar estarían además ligados a las notas de los estudiantes. De acuerdo con el programa, los maestros con estudiantes con bajas calificaciones podrían ser despedidos. Los maestros de estudiantes con altas notas en cambio, serian premiados con bonos hasta de $1.500 dólares.

La noticia habla por si sola. La falta de visión de sus gestores nos demuestra su completa ignorancia o despreocupación acerca de; a) los problemas que afectan a los estudiantes fuera del salón de clase; b) la dinámica de la educación dentro del salón de clase; c) los problemas potenciales que resultarán de aplicar una medida tan tonta como esta.

¿De quién fue la idea?

Es obvio que el creador o creadores del programa «Responsabilidad Profesional», carece de una visión práctica para prevenir los desastres potenciales del proyecto: En primera instancia, que su aplicación dará pie al surgimiento de una educación ficticia. En segunda que provocará una nueva ola de abandono de la enseñanza por parte de los maestros. Y tercera, que lo que atraerá e cambio será una horda de individuos con alma de vendedores dispuestos a falsificar notas de ser necesario con tal de obtener un pedazo de la piñata.

Esto sin contar la promoción de uno de los males laborales que azotan hoy en día a los maestros: el chantaje. Uno donde una tropa de supervisores y padres con tendencias vengativas y mediocres, manipularan la asignación de estudiantes de acuerdo con sus simpatías o con la alta o baja sumisión del maestro.

La sola lógica utilizada en la concepción del programa denuncia su arrogancia: condicionar el salario de los maestros al desempeño de los estudiantes -en un sistema educativo famoso precisamente por crearle toda clase trabas burocráticas a educadores y alumnos – delata la práctica enfermiza de responsabilizar a la víctima de quien perpetra el crimen.

Evadiendo la responsabilidad

Al querer someter a los maestros bajo el programa de «Responsabilidad Profesional» el sistema educativo de Filadelfia evadió cubrir varios aspectos de la responsabilidad educativa. ¿Donde está por ejemplo la responsabilidad de los padres, aquellos que condicionan a los jóvenes en su temprana infancia para recibir la educación? ¿Aquellos que sientan las bases morales e intelectuales en la mente del futuro estudiante?¿Dónde está la responsabilidad de un sistema, incapaz de proveer las condiciones laborales y los elementos educativos adecuados a sus trabajadores?.

Es esa mentalidad de que para curar el cáncer solo hace falta una curita la que ha llevado a sistemas como el de Filadelfia a la decadencia absoluta en la educación de este país.

Lo que si resulta preocupante es que a sabiendas de la ineficacia de un sistema que tira el problema y esconde la mano, los maestros permitan que se de ese tipo de situaciones. Donde está la unión? ¿Donde la capacidad intelectual, el liderazgo, y ante todo la dignidad de los maestros?

Y, ¿cómo es que los maestros de Filadelfia han permitido que las cosas lleguen a ese extremo?

La respuesta aparentemente yace en la naturaleza del maestro. El dicho «aquellos que pueden, hacen y los que no pueden, enseñan» no está muy lejos de la realidad. El sistema está compuesto de maestros, individuos en su mayoría tolerantes y pacífistas, personas que caminan la milla extra con tal de solucionar un problema. El maestro del sistema estadounidense es un ser que ha aprendido a vivir y a convivir con el abuso. Los hay quienes protestan, pero solo de palabra y tal vez cuando nadie les escucha. La situación laboral abusiva se daba con menos frecuencia en el pasado, cuando el sistema estaba conformado en su mayoría por europeos y judios. Ahora que un alto porcentaje de la fuerza docente de trabajo está conformada por minorías, el nivel de tolerancia es, aparentemente, más alto. Tanto que ni siquiera el asesinato de maestros en las escuelas ha logrado despertar la conciencia sindical de los maestros.

Según el New York Teacher, vocero de la United Federation of Teachers, la unión de maestros de Filadelfia denunció el programa como un fraude. Y la razón mas evidente de la denuncia es que poco menos del 20 por ciento de los estudiantes en el sistema son proficientes en lectura, matemáticas y ciencia. Menos del 53 por ciento se gradúan a tiempo de la escuela secundaria. La legislatura estatal, mientras tanto, ha rechazado sus súplicas por más fondos estatales. Ese distrito tiene actualmente un déficit de 10.7 millones de dólares.

Un sistema que subestima la creatividad En «La Educación: La distancia mas corta entre la riqueza y la pobreza» de su libro Creando Riqueza, Robert G. Allen compara al sistema educativo norteamericano con un dinosaurio que se adapta malamente a una época en la que el conocimiento se multiplica a la velocidad de la luz. «La mayoría de los textos educativos-dice- son obsoletos antes de siquiera publicarse – diseminando así conocimiento de transistores para una sociedad de silicón.» Por otro lado cita él a Marilyn Ferguson, autora de «La Conspiración Acuariana» quien se lamenta de que el actual sistema educativo es uno que victimiza y anonadada las mentes de sus estudiantes. En contraste con los insectos- dice ella- nuestros estudiantes empiezan como mariposas y terminan como orugas. Como Allen, John Taylor Gatto, (maestro por 30 años, y quien abandonó y denunció al sistema educativo tras haber ganado dos premios como Educador del Año,) opina que el sistema educativo estadounidense es una burocracia avasallante que desperdicia el principal recurso mental de estudiantes y educadores: su creatividad. Su único interés es mantener bajo control a los educadores que se atreven a ser profesionales y diferentes o respetables. Eso va en contra de las expectaciones del sistema. Un maestro que se atreve a serlo es considerado un problemático. Por eso los educadores, como dice Robert Allen, «continúan sirviendo dosis de conocimiento para adormecer, como se sirve la comida congelada o enlatada en las cafeterías escolares. Quizás un próximo programa exija a los empleados que sirven las recalentadas sobras que proveen las Juntas, rendir cuenta de la digestión de estudiantes y maestros.

Culpando a la víctima

La raíz de la crisis educativa estadounidense es ya histórica debido precisamente a su incapacidad de adaptarse a las necesitades, tanto de su alumnado como de su fuerza laboral docente. Testarudo como los pequeños burócratas que mueven su anquilosada maquinaria, el obsoleto sistema rehúsa su responsabilidad en la crisis educativa. Es por eso que se ha dado a la tarea de presionar y hacer blanco en los maestros. Como el contructor incompetente que responsabiliza a los albañiles que trabajan con equipos defectuosos y materiales inexistentes.

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