Editorial

RADIOGRAFÍAS – El retratista del alma: Amedeo Modigliani

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El retratista del alma: Amedeo Modigliani

NORMA SALAZAR

                                                                                                                                           

                                                                                                                           “¿Qué es lo que más recuerdas de Modigliani?

                                                                                                                           “Todavía me debe quince francos”

                                                                                                                                                                       Conversación anónima

 

Amedeo Modigliani nació un 12 de julio de 1884 en la ciudad portuaria de Livorno, Italia. Fue un sábado 24 de enero de 1920 que “Dedo” como lo llamaban feneció, hora local 20:50 una noche lluviosa y gélida, ocurrió en el Hospital de la Caridad de Paris. Un domingo sombrío de aquél cansado invierno los periódicos informaban la triste noticia, leían estupefactos el detalle sus amigos y gente más cercana que conocían al escultor-pintor judío italiano. Que mendigaba por los barrios de Montparnasse y Montmatre haciendo retratos a cambio de un franco o por un vaso de vino, tuvo una corta vida donde fue vertiginosa e intensa.

Florencia, se inscribe en la Escuela Libre de Desnudo para realizar sus primeros cuadros con modelos vivos, para el año siguiente se traslada a Venecia apoyado económicamente por su tío Amédée. Allí, se enrola con los pintores que los nombraban “pintores futuristas”. Llegó a Paris entre los meses de enero y febrero de 1906 en pleno invierno de inmediato se inscribió en la Academia Colarossi se entrevistó con el pintor y escultor Granowski, bramante en la escultura emprende un nuevo cauce Modigliani tiene la oportunidad colosal de su vida; por un lado el doctor Paul Alexandre el causante de que Amedeo Modigliani conociera a Constantin Brancusi y todo lo pertinente con el arte primitivo, fue éste último que animó a Modigliani a trabajar con vehemente convicción por la escultura. La relación con Brancusi se ostentó con cauta transparencia. Segundo Paul Cézanne protagonista notable en la existencia del retratista del alma, gracias a estos dos encuentros fortalece su propio lenguaje visual; observamos en sus “columnas de ternura”, no perder de vista que son 20 o 25 obras en piedra caliza, esculturas con rostros de arte africano y de Oceanía aquellos tiempos un tema de escape a las tendencias grecorromanas pero en su obra el italiano alternó el arte africano con su arte clásico, prueba de ello sus Cariátides, mujeres que forman al mismo tiempo columnas, realizadas entre 1909 y 1914. En contexto para él fue muy importante el discernimiento del arte egipcio, su innata emoción de antigua e insondable agudeza, déjeme reiterar amable lector, a noviciados del siglo XX la idea del arte primitivo se topaba en un estado de enorme galimatías, aunque sólo fuera por el hecho de que todo lo que era antepuesto a la civilización griega era adjunto en el gran sumario del primitivismo, incluido el arte egipcio.

El vínculo con Cézanne es trascendental por la reelaboración cubista de esa misma lección “cézanniana”que el virtuoso se inclinaba, claros ejemplos son Cabeza de joven rubia y Madame Pompadour, este último cuadro prestar atención tiene ciertos trazos cubistas pero el misterio lo encontramos en el cuerpo denso y estratificado de la materia, por ello nos viene la siguiente reflexión ¿En qué radicaba el rastro en que Amedeo Modigliani releía y reelaboraba los valores y pulsaciones de la pintura de Cézanne, sin oponer resistencia al enjambre cubista? Primera reflexión para Cézanne su arte pictórica nunca perdió ciertos elementos que provenían a finales del siglo XIX que se enfilaron en el siglo XX, éstos una aseveración en valores de la conciencia sujetados directamente con la exploración del discernimiento y el interior del lenguaje.

Para Cézanne como Modigliani era importante escudriñar el universo en todos sus sentidos, minuciosamente fueron linternas de su época sometida de eventos purgantes, era necesario una restauración de los sentidos en aquél maremágnum hiperestético de “petites sensations” reordenando la cubierta de la superficie del cuadro al tiempo intuidas como una historia y experiencia en cada ser humano sin dimitir trazos específicos en la tela, acentuando la fragilidad endeble del fenómeno luminoso. Nuestro pintor de Livorno canalizaba narraciones rejuvenecidas y sensitivas al mismo tiempo puntualizaba formas innovadoras. Modigliani solventó el movimiento de la psique en la hondonada de la conciencia. Movimiento y psique sus líneas paralelas que germinaron en común flexibilidad compleja, es decir, “la psique” en temas de psicologismo aseveró sus propios ritmos, una constancia y permanencia sólidas, volumetrías del arcaísmo en serena figura, formas agraciadas Modigliani supo al dedillo ser irreverente enfrentando cánones e exégesis novecentistas. Su trazo redondo sumergió en la lejanía aquellos cuerpos y aquellos rostros de los que subraya al mismo tiempo, lo tangible para el escultor-pintor su línea era una pintura de origen con enorme profundidad de concentración de energía. En lo referente umbral –oscuridad entre sus cuadros, al detallar la luz está era “el espejo de herida” que descuella la pulsación del “YO”, contribuye la afirmación de la conciencia del arte junto a un auténtico arte de consciencia. Déjeme enfatizar, para él fue importante la famosa línea (tanto sobre el papel como sobre la tela) su objetivo “fundar” el espacio a veces brotaban más delgadas y más intensas, para Modigliani en su lenguaje fue (el testimonio herido de la superficie). El alargamiento de ciertos elementos anatómicos en indiscutibles cuellos y brazos de todas las figuras humanas fue su propia lectura subterránea incitada por la concentración “cesionista” que se cruzaba con sus nuevas pulsaciones y añejos agotamientos, muy pocas veces maudit o modí (el pintor maldito)satisface su talante prolífico en ciertas atmosferas distingue una geometría sintética que aparece “extendida” sobre un plano íntegramente plástico; el bosquejo de una puerta, ventana es su clímax que niega una aurora hacia “a los otros” lugares, es decir, son los alejamientos narrativos o metafísicos. La clarificada deformación en cada figura se enaltece en cada encuadre moderno que no venera la distancia de los márgenes; resultado, nos atrapa como espectadores porque Amedeo Modigliani entregó cabalmente a la figura humana con una sensualidad, estilización como lo miramos en sus desnudos inconfundibles. Nuestro pintor italiano encaró lo usual de su tiempo en cuestión al arte, su estilo expresa un sumario entre forma y figura para conseguir objetivamente unas efigies armoniosas, incorpóreas, espirituales; miradas vacías lo cual recapituló nuevos manuales humanos evidentemente íntimos. Término ávidos lectores este breve camino humilde por los matices de la pintura y escultura de unos de los grandes artistas plásticos Amedeo Modigliani que muy pronto parte de su excelsa obra se expondrá en nuestro país, citando un fragmento de uno de sus cercanos de modí, me refiero a Lazar “A Lazar por una botella de vino”

                                   “No podía creérselo, saco a la puerta un cajón de madera para sentarse

                                   y así recrearse contemplando el desnudo. Mirándolo reposadamente le vino

                                   al recuerdo esa noche de verano en la que Modigliani le pintó ese desnudo

                                   y en la que fue el protagonista de la concurrida Plaza du Tertre”

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