Editorial

Las Corrientes en la Crítica Literaria – Mariel Turrent

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Las Corrientes en la Crítica Literaria

Mariel Turrent

 

En la película La sociedad de los poetas muertos, el profesor Keating pide a sus alumnos que lean la nota introductoria de Understanding Poetry, de un tal Dr. J. Evans Pritchard, Ph.D. En esta, se explica que para entender la poesía debemos primero que nada fluir con su métrica, ritmo y figuras del lenguaje para después preguntarnos dos cosas: la primera es si el objeto del poema se ha plasmado artísticamente y la segunda que tan importante es dicho objeto. Entonces se realiza una gráfica con estas dos variables que muestra qué poema es mejor que otro. El profesor Keating, hace que los alumnos arranquen esa hoja y los invita a pensar por sí mismos y a saborear las palabras y el lenguaje; porque “las palabras y las ideas pueden cambiar al mundo”.

Sin duda, como dice Bourdieu el gusto está condicionado al origen social del individuo, a su educación, a su conocimiento. Sin embargo, cuando se trata de hacer un juicio de valor sobre una obra de arte, esto resulta sumamente subjetivo. Eso mismo debieron pensar, en su momento, los formalistas rusos. Necesitaban algo similar a la gráfica del Dr. Pritchard que, de forma objetiva, emitiera un juicio de valor sobre una obra. No en vano, queriéndose alejar de este subjetivismo —en el que los eruditos y críticos en cuestión no fundamentan ni argumentan sus juicios personales y arbitrarios— surgió el formalismo ruso para definir la esencia de la obra literaria. Esta corriente despertó el pensamiento crítico de los hombres que la sucedieron y como consecuencia surgieron otras perspectivas. Es decir, todas las corrientes críticas analizan la creación artística, pero cada una desde un aspecto diferente.

Por lo tanto ¿cómo comparar una con otra y elegir la mejor? Esto me parece prácticamente imposible.

Cuando hablamos de corrientes en la crítica del arte, debemos incluir, no aislar a una de la otra. Cómo podríamos comparar a los formalistas con los estructuralistas y decir los pros y los contras de unos y de otros si analizan cosas diferentes del mismo objeto. Cómo elegir entre la narratología y el neohistoricismo cuando uno ha abrevado del otro y lo contiene.

Desde mi punto de vista, el crítico de arte debe conocer todo lo que se ha dicho en torno a la expresión artística: forma y estructura, corrientes ideológicas, la biografía del autor y lo que este quiso expresar, pero también el efecto que tiene en el público su obra, los significantes y significados que contiene, el estilo, etcétera.

Sin embargo, sí existe una corriente que me parece que degrada el arte. Me refiero a la marxista: desacredita al objeto artístico a calidad de un producto. Basin dijo que las obras estaban ligadas a su ideología, esta idea, no deja de hacerme ruido. Creo que existen muchas obras artísticas que no forzosamente están ligadas a una ideología, y sería absurdo determinar su valor en base a esto. Un ejemplo de ello sería la novela psicológica, que trata el mundo del individuo y puede no hablar de las ideologías que lo afectan socialmente.

Cada obra de arte es única e irrepetible. Los parámetros que se deben de usar para valorarla, por lo mismo, no pueden ser iguales, algunas serán valiosas por la innovación en su forma, o su estructura, y tal vez su forma no encaje en las funciones determinadas por Propp. Y es que cuando el arte deja de ser único, deja de ser arte. No importa si esto es porque —como sugieren las teorías marxistas— el artista se convierte en un productor, o si es por la mercantilización del mismo. En pleno siglo XXI, ya con pleno conocimiento de todas las corrientes en la crítica literaria y artística, aficionados y “eruditos” siguen guiándose por apreciaciones personales que, en las más de las veces, caen en la mercantilización del arte, la misma que condenó Diderót, los artistas —al menos gran parte de ellos— siguen siendo explotados por los marchantes, y el arte se convierte en un objeto de consumo, proclamando así su complicidad con el sistema económico imperante. “El ranking del arte lo establece el mercado”, dice Arnaud Mandy Dibangou en su Historia de la crítica del arte. Esto, lejos de promover la creación artística, la demerita. “La arbitrariedad absoluta del juicio subjetivo sigue bien vigente hoy en día”, afirma Daniel Escandell Montiel, en su libro No es web para críticas. Y la crítica se convierte en el títere de la mercadotecnia.

Sin duda alguna el papel del crítico de arte debe ser el de un profesional objetivo, que conociendo todas las corrientes logra dar un análisis objetivo, comparando, y analizando, evitando a toda costa emitir un juicio de valor basado en las falacias de las que habla William K. Wimsatt y sí centrarse en las evidencias.

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