Editorial
Irnos de este Mundo – Y Aquí Empieza el Abismo
Irnos de este Mundo
Roberto Cardozo
Y Aquí Empieza el Abismo
Una de las noticias más difíciles que uno puede recibir es aquella en la que nos anuncian que nuestra esperanza de vida se ve amenazada totalmente. Para todos, saber que tenemos los días contados suele ser un parteaguas brutal. De hecho, si nos ponemos filosóficos, todos tenemos los días contados, aunque nos gusta jugar con la posibilidad de que ese final se encuentra muy lejano, tanto que pareciera que nunca llegará, de tal manera que vamos por el mundo viviendo como si fuéramos inmortales.
Desde el inicio de esta prolongada pandemia nos hemos topado cara a cara cotidianamente con la muerte y cada jornada sentimos su resoplido cada vez más cerca de nosotros, lo que nos debe estar llevando a replantearnos nuestra posición en este mundo y, sobre todo, la forma en la que nos gustaría irnos del mismo.
También nos hemos enterado de los fallecimientos de muchos famosos que, tal vez en otra situación, se hubieran diluido entre otras tantas noticias y que probablemente no hubieran dolido tanto.
Una de estas noticias llamó mucho mi atención, por el significado que tiene en mi vida el artista y por la forma en que se despidió del mundo. Pau Donés, de Jarabe de Palo, murió en el que podríamos pensar que es el más terrible de los padecimientos humanos. Algo que me resuena aún en la cabeza, es leer el clásico “perdió la batalla contra su enfermedad”, cuando, los que seguimos su trabajo, sabemos que se fue del mundo a punto de estrenar un nuevo disco y declarando que no podría dejar de cantar ni de presentarse ante su público. Esto anterior no es perder ninguna batalla y es una de las reflexiones que me deja esta temporada aciaga.
Es probable que uno nunca sepa cuándo dejará de existir en este plano físico, también es probable que escuche su sentencia de parte de un médico que, con la frialdad de los conceptos médicos, nos recuerda nuestro efímero paso por el universo. En todo caso, es plenamente importante estar conscientes de la manera en que queremos despedirnos, sobre todo en situaciones en las que se rompen nuestros planes de manera abrupta.
Todos estamos en nuestro derecho de recibir o de rechazar algún tipo de tratamiento, optar por tratamiento paliativo o, aunque en nuestro país aún no es legal, deberíamos tener la libertad de decidir terminar con nuestras vidas al enterarnos de algún padecimiento terminal.
Como familiares, también tenemos que reconocer y respetar las decisiones de quienes estén pasando por un trance en el que su salud y sus condiciones de vida no sean dignas en un futuro cercano. Suena despiadado, pero es tiempo de que, en la nueva normalidad, pongamos en la mesa de análisis, cómo manejaremos nuestros temas tanatológicos personales. Es momento de ponernos a pensar no únicamente en cómo queremos vivir, sino en cómo queremos morir.