Editorial

Crónicas del Olvido – “EL TIEMPO ES MIEDO”

Crónicas del Olvido

“EL TIEMPO ES MIEDO”

-Alberto Hernández-

 

1.-

Dios entra en la teología, hurga en los misterios. Si el tiempo –recordemos a Krishnamurti a través de Armando Rojas Guardia- es miedo, Dios no puede quedar fuera de él, toda vez que el miedo también estuvo en el momento de la gran invención. Dios –entonces- es también ese miedo.

El azar -entre ceja y ceja- resalta en esta aventura del pensar: por ahí anda Dios, vestido con los andrajos de los mortales. “Dios abole el tiempo”, afirma Rojas Guardia. ¿No corre el tiempo en la muerte? ¿No es Dios ese tiempo que promete la espera de la eternidad? ¿No es la eternidad tiempo revestido de imposible?

Mientras el tiempo entra y sale de la conciencia, Dios premedita el eco de los hombres. La poesía abriga esta dinámica, la de urdir la presencia y la ausencia del tiempo. La palabra crea, por eso borra: Dios nombra, también borra. Hace tiempo en la carne y en el espíritu. El tiempo engusana la carne, emblematiza el espíritu.

2.-

¿Cuánta soledad le imprime el miedo a quien cruza el desierto? Una voz que clama, una palabra atajada por los vientos, por los muros del silencio. Dios, ese interior sin edad (vibra y circula su sangre por la teología), se revela en el tiempo, el mismo que Él intenta dejar fuera de sus ámbitos. Más allá de haber sido sometido por las palabras, Dios (los tantos nominados por las culturas) somete el tiempo, lo hace lugar y sustancia.

En un poema está Dios, poderoso. En otro, pobre, socialmente atropellado por el yo de quien lo encara. El primero descubre la emocionalidad del silencio. El segundo es propaganda, una alegría súbita que tiene límites en el tiempo. ¿Existe un dios social, entregado a la fábrica de ilusiones, al miedo como gratificación de eternidad? Para los que se iluminan, para los que se ungen con el aceite del ego, Dios es un abatido, un símbolo muerto.

3.-

Dentro de una palabra, en la esquina más oscura de un eco, diminuto, alguien se tropieza con la divinidad. El tiempo es miedo, dice Krishna. El miedo juega con el tiempo. Dios lo borra luego de nombrarlo. “Soy eterno”, afirma. La eternidad va más allá de nuestro tiempo, pero estamos en él. De modo que nuestro tiempo forma parte del tiempo eterno. Dios no abole el tiempo, lo prolonga en Él.

La síntesis de Dios nos hace frontera con la muerte. En el momento de decirme eterno, el tiempo conspira contra mí. Así, nadie teme ser eterno, sólo que Dios es dueño del tiempo. Nos piensa, nos amasa, nos borra.

“Tengo miedo”, dice el niño. Su mirada, su pequeño dios lo conduce al llanto. El tiempo es experiencia, aventura. Dios vigila, adelanta el reloj.

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