Crónicas del Olvido
“PÚRPURA”, de Sonia Chocrón
Alberto Hernández
1.-
Uno se deshace del moho de la edad y reza –con el texto en las rodillas- el libro que Sonia Chocrón entregara en nuestras manos para una edición que, aún tibia de papel y tinta, comienza a ser de ojos públicos.
“Púrpura” (La liebre libre, Maracay, 1998) nos devuelve a una lectura desprejuiciada, en boca de algún mester de juglaría, y nos estaciona en una calle andaluza, en la cara aniñada de Federico García Lorca, aquel que reseñó los pasos de su Granada y deletreó los astros en una poesía lisa y de la calle, cantarina y sumida en metáforas y alientos de color local.
Con este libro, Sonia Chocrón se hace niña que juega a la ronda y mira la cara de la muerte, tan de uso recogido en la palabra que ablanda al lector y lo enternece:
“Al filo de la montaña
volando en libre caída
mi tristeza se desgrana
flota mi melancolía
De colores adornadas
las dos en paracaídas
bullen juntas abrazadas
tristeza y melancolía”.
Canciones y pareados, la rima ingenua y lluviosa en una escritura limpia, Chocrón se arriesga –en estos tiempos- a tocar la estructura del romance, muy castiza y gitana por lo que tiene de juego y malabar. “Jardín de cielo/ jardín de sol// Cuánto fulgor// Lirios de marzo/ lirios de estero// Cuánto sosiego// Nardos de muerte/ nardos de plata// Cuánta nostalgia”.
2.-
Un lugar para alabar, pendiente de la fe, ese costillar místico de aquella que cantó tocada de Dios:
“La devoción está presa
del cuerpo que la acorralada
Desdeñar toda apariencia
cautiva de la fe ansío
por ser más alma que cuerpo
menos árbol más rocío
De mi organismo confío,
emane la calma ansiada
que trueque toda materia
en amor por tu morada
La devoción está presa
del cuerpo que la acorrala”.
Teresa de Jesús ocupa la página con la boca de Sonia Chocrón. Pronuncia el convento y el devocionario, tránsito por el viejo castellano y la clerecía.
Se presiente el patio y el jardín. Los animales invisibles, la niña aromosa y el silencio, imaginando cielos o cultivando astros en la tierna sensación de una lectura. Púrpura se sale de madre, no es del hábito usado por la poesía actualísima en Venezuela. Es, si se quiere, esa nostalgia de antes, esa fe que ronda la sombra de un cuartucho, de la que se cultiva lentamente con la mirada puesta en la niñez, en la ropa en almidón, en Dios sosegado y la tarde azul sobre la casa.
Letras para la canción de cuna, para despertar el hogar y los rincones fríos, el rocío de la mañana:
“Yo quisiera a veces/ que un poema mío/ fuera magia sabia/ poder repentino// Que su alquimia extraña/ que su señorío/ hiciera a lo seco/ trocarse en rocío”.
3.-
Tres son los instantes de Sonia Chocrón en este hermoso libro. Páginas de un tiempo que se hace presente, el que nos tropieza con la lectura en una música de sabor doméstico: “Ají dulce miel y coco/ para espantar la pereza// Dos cebollas sal y aceite/ para ahuyentar la tristeza// Doce clara bien batidas/ con azúcar y almidón/ que te espero en la mañana/ a punto de nieve mi cielo/ a punta de cielo mi amor/ Blanca toda empalagosa/ como una azucena en flor// Briosa y suave golosina/ confite pulpa y pasión”.
Receta para amasar el amor y la dulzura del canto, de ese castellano colado con adjetivos que se mastican con el ritmo y con la letra.
En este trabajo de Chocrón se juntan los tiempos de una cultura que nos precisa en los árabes y los judíos, en la arquitectura de una poesía donde la sangre, la uva y los olivos irrumpen en imágenes de sueños avivados por la gracia iterativa de un antiguo sonido interior, un eco que vaga por la memoria.