La Sed
Alberto Peyrano
Mira esa pampa verde que se abre hacia el norte
donde estaba tu casa, donde hoy ya no está
y encuéntrame en mis ojos clavados en los tuyos
ensayándonos puros en la intensa fusión.
Contempla con ternura la calle que anduvimos
ésa que nuestros pasos nunca disipó
o aquel árbol de plaza que aseguró tu espalda
que aún perdura en mi ensueño aunque ya no esté más.
Observa tiernamente el montón de ladrillos
desparramados, negros, testigos de la sed,
que otrora nos cubrían en firme construcción
con mi alma y tu cuerpo pidiendo más y más.
Sigue el tiempo su marcha y desgrana los años,
pone nieve en las sienes y niebla al recordar
pero yo te rescato de un pasado tan nuestro
porque crecimos juntos, mano en mano, a la par.
Por eso te pido recuerdes con ternura
la sincera pureza que ayer nos encontró
frente al verde horizonte, en la plaza silente,
en la casa que un canto de cisne ya cantó.
Y si cierras los ojos me verás a tu lado,
sabrás que la distancia no consiguió opacar
esa sed que te tengo, que nunca fue apagada,
esa sed que juntos no supimos saciar.