Atreverse a mirar
Melisa Cosilión
Adentrarse en una Casa de los espejos es siempre una particular aventura. Uno asiste para mirarse diferente, para encontrar en esos reflejos a veces graciosos y otros grotescos, el ser uno mismo. Qué curioso que sea distinto según el espejo que decidamos mirar.
A veces vivimos enajenados en una rutina, en sacar el día a día, y esa dinámica nos hace creer que al final eso somos. Pero no, sólo forma parte de todo el universo de cosas que para bien o para mal nos conforman. Cuán difícil se hace armar los pedacitos de aquello que solíamos ser, cuando lo que nos proporcionaba seguridad desaparece.
En estos días de confinamiento, resulta que somos aquellos extraños que se sientan a la mesa con alguien que creímos conocer. Las noches, cuando descargamos la cabeza en la almohada, son el conjuro perfecto para invocar esos demonios que permanecían consternados al calor de la rutina y el ajetreo; y ahí estamos intentando conservar aquella cordura que creíamos en posesión.
Pero no será así de trágico, también –para quienes tienen esa posibilidad- están las redes sociales y el internet. Quizá también nos reencontramos ahí, y los abrazamos como tronco salvavidas en estas tierras inundadas. Encontramos que quizá deberíamos aprovechar este encierro para aprender nuevas cosas, o reforzar conocimientos, retomar pendientes, tocarnos más a fondo, querernos diferente, soltar nuestras amarras y dejarnos fluir.
Estarán los amigos del otro lado de la línea telefónica, los amantes copulando para retomar con energía el día siguiente, los niños enseñándonos a vivir “un día a la vez”, el amor incondicional de nuestros compañeros animales, los instrumentos con los que convivimos invitándonos a tocarlos con respeto… También, quienes no pueden quedarse en casa, y así poderosamente nos obligan a reconocer el privilegiado encierro; los muertos, que pasan a la memora sin los posibles rituales de despedida que nos hacen que duela menos su partida.
Esta antología es el resultado de la colaboración de cuatro entidades que se han tomado de la mano para abrazar juntas, desde las letras, a escritores y lectores por igual. Porque siempre la creación y la lectura ofrecen la posibilidad de entregar aquella pieza que creíamos faltante o extraviada de nuestro rompecabezas. Queremos también preguntarnos si de verdad la cuarentena debe ser una situación completamente indeseable y sufrible, o si tenemos la fuerza para mirarla desde otra perspectiva que nos permita crecer, que nos convenza de que la vida sigue valiendo la pena. Que nos muestre ese espejo para poder mirar la muerte de frente y sin miedo, sabiendo que es nuestro destino inevitable.
Personalmente desconozco qué vendrá después, cómo será esa “nueva normalidad” que ya se ha instalado en nuestro vocabulario, pero que aún es indescifrable. Apuesto a creer en la humanidad creativa y solidaria, que tendrá que revolucionar el pensamiento, los hábitos y las relaciones interpersonales y comunitarias para adaptarse a esta nueva realidad que vendrá al caminar juntos, cuidando de todos. Es necesario revolucionar la vida para poderla vivir.
Melisa Cosilión. (Texcoco, México, 1988). Egresada de la Ingeniería en Agroecología de la Universidad Autónoma Chapingo (2010). Ha publicado en las revistas literarias Salamandra (UACh, 2002), el poemario a dos manos Flor y tiempo con Enrique Cisneros “El Llanero Solitito” (2007); la revista Va de nuez (Guadalajara, 2011); así como en las antologías Mujeres en el Arte (México- España, 2015), Mujeres poetas en el país de las nubes (Oaxaca), Maya Cartonera (Chiapas) y con el Colectivo Entrópico de la Ciudad de México. En 2017 coordinó la antología Poesía desde la Coyuntura: voces para caminar. Publica el poemario Aguardiente con Ediciones Ave Azul (2019) y es compiladora de la antología Casa de los espejos (2020) con la misma editorial. Miembro del comité central del CLETA UNAM.