UN PASEITO POR EL ERO-PORNO Y SU VARIANTE QUE DELIRA
BRUNO BELLMER
Han pasado catorce años desde la publicación de Historia de mi otro yo (Espacios Literarios, 2005), una novela de Alberto Vargas Iturbe, en la que hace uso de un parrafeo lisérgico, evolutivo y que se adentra en espiral hacía la locura. Ahora, catorce años después, Alberto, el Pornócrata Mayor, suelta a manera de slam de palabras un poema que nos aventura en sus primeras erecciones de la infancia, sus primeras amantes, las amantes poetas, las amantes del pueblo, las amantes citadinas, las amantes de las que se ha olvidado y las que sigue recordando, nos lleva por diversos pasajes de su vida, contando acerca de sus padres, sus demás familiares, su pueblo, su locura, su ero-porno.
La locura ha mutado y ahora surgen palabras que gesticulan a manera de vivencias cachondas y también filosóficas, funcionando esté libro como un asombroso experimento catártico que rebuzna en la reflexión. El sexo no es sólo sexo, es bestialidad, la visión de Alberto es con animales, elementos que ha usado a lo largo de su carrera literaria y viene desde aquellos días de su niñez en los que miraba a las bestias coger en el campo y a las que imita en su madurez.
Es interesante el nacimiento de este título. Mencionaba Historia de mi otro yo, porque son de lo más similares en su creación, e incluso se podría decir que es una continuación directa a la historia vivida luego de aquel desmadre de mota y alcohol. Resulta que, a manera de buen slam de pensamientos, fue escrito en diecinueve noches antes de una crisis esquizofrénica ocasionada por una crisis diabética luego de tomar un litro de café con cajeta; uno podría pensar que las palabras son meros desvaríos, sin embargo, son la representación de un Alberto Vargas Iturbe que ha llegado a la madurez (y se reconoce en ella al no saber cómo aguanta varios palos sin tener un infarto), que no sólo ha cruzado una vida de letras, sino, también en el mundo de las divagaciones extrañas que deben ser escritas. Luego de diecinueve días, escribiendo sin parar, Alberto fue amarrado e internado en el psiquiátrico Fray Bernandino por quince días.
Dividido en varios subpoemas, el El slam de la juventud del mundo se arriesga a lamer todos los pezones femeninos posibles, sin discriminar, se arriesga a perforar las gargantas que se atrevan a leer sus letras, se arriesga a hacer sudar a los edificios y agitarlos al ritmo de una buena planchada, se arriesga a ser leído en un sólo día, a ponerle un monumento al cocho, porque eso es este libro: un monumento a la cochada, a lo eróticamente imperdonable del porno, se arriesga El slam de la juventud del mundo a ser tan suciamente posible, al estilo de Pink Flamingos de John Waters, o ser lo suficientemente grasiento como un blues cachondo que es bailado por una mujer morena, allá en lo profundo de Jungapeo, es el Slam de la juventud del mundo un blues sexual, con una harmónica y un saxofón y palabras que nos llevan de paseo por unas nalgas tiernas, jugosas, y suculentas de una jovenzuela que respira poesía y exhala locura.
Al final, yo sólo pude pronunciar, y tal y como lo diría el Pornócrata Mayor: ¡que viva el cocho!
Slam de la juventud del mundo, Ediciones Ave Azul, 2019