Bastaron los efectos secundarios de un huracán categoría dos y la acumulación de días de lluvia pertinaz, para hacer evidente lo que ya se sabía desde hacia años: la incontrolable y, a veces, ingobernable expansión urbana de Mérida la ha vuelto altamente vulnerable a los fenómenos naturales.  

Han construido donde no se debía y como no se debía.  

Los vecinos del norte y noroeste de la ciudad, con toda legitimidad, piden que sus fraccionamientos, colonias y calles sean declaradas como zonas de desastre. La razón les asiste. Si sumamos todas las personas, familias y casas afectadas en Mérida por inundaciones, destrucción de muebles y días enteros sin luz, éstas serían equivalentes a la población de municipios enteros en el interior del estado; municipios con legítimo reclamo a ser declarados como zonas en emergencia.  

La ciudadanía puso sobre la mesa un tema que los actores institucionales y empresariales  querían barrer bajo la alfombra o hundir en el manto freático. Uno de los orgullos de la ciudad -su calidad de vida- empieza a lucir frágil por infraestructura privada y pública insuficiente, inadecuada o francamente mal planeada y concebida.  

No fueron afectadas colonias marginadas o con problemas de décadas. Las afectaciones se concentraron en fraccionamientos nuevos, de nivel económico medio o superior, producto de acciones, decisiones e inversiones muy recientes. Son espacios teóricamente modernos en los que estas cosas no deben suceder. Algo se hizo mal.  

El reclamo ciudadano ahí está, la imagen de la ciudad tiene esa mancha que limpiar. Los habitantes ya elevaron su voz, ahora toca a las autoridades tomar cartas en el asunto. No hacerlo podría tener efectos políticos y económicos impredecibles. Una economía que ha vivido de la expansión urbana no puede darse el lujo de hacer como si nada hubiera pasado. El mercado inmobiliario se puede deprimir, cuando las condiciones ya de por sí son complicadas.  

El desarrollo urbano, algo siempre tan abstracto, puede, por los tropiezos recientes, convertirse en el gran tema electoral que movilice al ciudadano independiente y de clase media; podría surgir un asunto que politice a quienes no están muy politizados y podríamos ver profundas transformaciones en las lealtades electorales.  

Desarrolladores, constructores y vivienderos deben ser llamados a mejorar la calidad técnica y social de sus acciones por la autoridad, o podría ocurrir que la ciudadanía los llame a cuentas a todos en unos meses.  

Sí, las inundaciones urbanas de Mérida se dan a seis meses del inicio oficial de las campañas electorales del 2021 y a semanas del comienzo de las pugnas por candidaturas al interior de los partidos. La ciudadanía tendrá en sus manos un canal rápido e implacable para seleccionar lo que quiere para el futuro de su ciudad y evaluar lo que se ha hecho.  

El tema está ahí, habrá que ver quién lo toma, lo encauza, lo atiende y, tal vez, lo solucione. Las calles rebasadas y los circuitos eléctricos inundados pueden hacer que el capital político de unos flote y el de otros se hunda. Todo dependerá de la actuación de cada quien.

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Edición: Elsa Torres