La nueva forma de escribir
Mariel Turrent
Después de que casi todo se ha dicho, después de varios siglos en los que los grandes novelistas nos han cautivado, dice César Aira que la vanguardia provoca nuevas prácticas que devuelvan al arte la facilidad de factura que tuvo en sus orígenes. Es decir, nuevas formas, nuevas técnicas, para decir lo mismo con otros lenguajes, escenarios y personajes actuales.
Me parece que todo esto ya empezaba a surgir desde que los surrealistas en 1925 empezaron a jugar con sus cadáveres exquisitos —basados en un juego de mesa llamado consecuencias— inventando nuevos procesos de escritura.
Ahora esto, que entonces era una práctica excéntrica limitada a un grupo concreto, cobra más popularidad, los nuevos autores están buscando contar historias de otra forma. Ya no podemos decir lo mismo de la misma manera. Necesitamos reinventarnos. En días pasados, un artículo en El País, titulado “Escritoras y nigromantes: nuevo gótico latinoamericano” toca precisamente el tema de cómo las jóvenes escritoras latinoamericanas “refractan en los espejos negros de la ficción una versión de la vida que emula y quizás supere la eficacia emocional del realismo psicológico”. Las formas nuevas son novela corales, “el lenguaje es una multiplicidad de organismos simbióticos que anidan, transformando los entornos lingüísticos donde conviven”. “Innovan con un lenguaje impermeable a fronteras geoculturales”.
Hace poco me invitaron a un taller de escritura por tachado. Esta técnica consiste en tachar palabras de un manuscrito dado y en dejar las que son pertinentes para contar lo que queremos contar. Es develar un texto dentro de otro texto. Lo propio dentro de lo ajeno. Descubrir algo mío en lo que escribió otro.
Poco después, leí un poemario controversial hecho a partir de la intervención de notas periodísticas sobre la violencia brutal que vivimos, la poeta Denisse Pohls, reinventa su proceso de escritura haciendo collages para resignificar el significado de las frases que encuentra en las noticias, y así exhibir metáforas cruentas ya sea mediante la sustracción de palabras de las mismas frases —tachando y dejando solo lo que ella elige para crear otro sentido— o recortando palabras para reordenarlas y formar nuevas frases. Eso mismo lo veo en el libro de Mauricio Carrera, Las horas furtivas, cuando ya todo está dicho, podemos echar mano de lo que los demás dijeron, así Carrera cuenta una historia a manera de un rompecabezas, que el lector va armando mientras lee frases e historias de otros autores, entretejidas con el relato que cuenta el autor.