Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones
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Una voz
Aún te espero escribiendo. Una voz clandestina me crece dentro. Desde mis pies empezó a echar sus finas raíces. Le ha dado por dictarme día y noche cosas absurdas. Si no escribo se vuelve cada vez más gruesa en mis entrañas, se me inflama el vientre y mis pies también se hinchan. A veces, para desentumirse, extiende sus ramas por mis brazos, y éstos se elevan hacia los lados, largos como el horizonte. Cuando finjo que no la escucho, se empeña en hablarme en secreto, y por las orejas me salen unos retoños verdes que tengo que estar podando. En realidad, nada de esto me importa. Lo intolerable son las miradas que pasan. La gente que, sin detenerse, me observa como a un bicho raro, porque escribo incansable en mi libreta con los pies en la tierra, tal cual me dejaste: plantada frente al lago de este hermoso parque.