Enmiendas al manual
Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones
Había sido un largo día. Ser gobernador le venía bien, pero tenía su precio. Mientras pensaba cuánto tendría que pagar para realizar las enmiendas, sintió el estómago inflamado y una acidez creciente que le anunció otra noche más en vela.
Como buen depredador oportunista, e ictiófago estricto, el Pejelagarto se había pasado el día tragando peces gordos. Y a pesar de las normas de etiqueta, se había chupado los dedos y hasta había lamido el plato.
Cuando unos pajarracos parlamentarios cuestionaron sus formas, mostrándole algunos artículos del Manual de Carreño —específicamente el 89 y el 49—, el muy osado dictador respondió que tenía otros datos más actualizados y que aquél no era más que un mamotreto obsoleto, de sus extintos antepasados, que habría que corregir.
