Editorial

EL SOSPECHOSO – GUILLERMO ALMADA

EL SOSPECHOSO

GUILLERMO ALMADA

 

Al despertar tenía el brazo adormecido. Fáthima se encontraba aun reclinada sobre mi pecho, busqué el modo de moverme de ahí sin que se despertara, acomodé su cabeza lo mejor que pude, y bajé del auto para estirar las piernas, que las tenía algo entumecidas.

La ciudad estaba desolada. La típica mugre que deja una tormenta de esas dimensiones estaba por todas partes, pero, no había un alma en las calles. Había bajado mucho la temperatura, y se notaba. En eso, vi venir una mujer totalmente desnuda. No sabría determinar de dónde apareció, no obstante, caminaba directo a mí. Se detuvo cuatro o cinco metros antes, en la vereda, y me hizo señas con el dedo para que me acercara a ella. Era una mujer hermosa, jamás había visto una mujer así, tenía todos los rasgos de la raza originaria, una sonrisa espléndida, y cuando estuve a una distancia prudente, me tomó del hombro y me dijo, suavemente, caminemos.

Esa mano en mi hombro producía un efecto comunicante de dimensiones inexplicables. Como cuando conectas auriculares a un pequeño equipo de sonido, y de repente, tus ojos ven un mundo, pero tus oídos te trasladan a otro. Algo así.

Mientras caminamos, ella sin quitar su mano de mi hombro, me hablaba en un tono muy suave, cariñosamente, como quien aconseja a un ser que se pretende proteger. Sus palabras fluían como el agua de una vertiente, y mientras, me miraba con sus impresionantes ojos claros, muy claros, cuyo color me resulta indeterminado. Recuerdo sus palabras casi de manera textual: “Has venido desde muy lejos, con un propósito muy noble, poder recolectar historias para escribir tu libro, pero te han sucedido muchas cosas extrañas que hacen que distraigas tu atención, que te disperses, para que no logres ese objetivo. Y eso no está bueno. Además, tampoco es productivo hacerse de enemigos que no están a la altura de tu conocimiento. Como has podido observar, hay gente que tiene la capacidad de dominar los elementos, y eso es muy fuerte, no se vence con sencillez. Un buen consejo que puedo darte es que no pelees batallas que no son tuyas, que no intervengas en asuntos que desconoces, con fuerzas que te son ajenas ¿Qué ganas con participar en esta pelea milenaria? El corazón de esa mujer nunca podrá ser tuyo. Hazme caso, y sigue este consejo de alguien que te quiere, vuélvete. No querrás ver lo que sigue”

Dicho esto, hizo presión, con sus dedos, sobre mi hombro, y me produjo un dolor enorme que me obligó a cerrar los ojos, y al abrirlos, volví a encontrarme en una ciudad desolada y vacía. Pero esta vez estaba seguro que no lo había soñado, así que corrí al auto para contárselo a Diego y a Fáthima, era indispensable que ellos supieran lo que acababa de pasar y me dijeran cual sería la acción correcta.

Al llegar al auto, ellos ya habían despertado, y estaban desesperados, buscándome, aunque yo llegara caminando de frente a ellos. Fáthima fue la primera en verme, y hacerme el reclamo, “Dónde te habías metido, nos preocupamos al no verte”. Es que no me fui de acá, les dije, estuve todo el tiempo parado en esta vereda, incluso cuando esa mujer me llamó solo avanzamos unos pasos, pero no podían no verme ¿O sí?

De qué mujer nos hablas, preguntó Diego, esta vez sin sonrisa, y con un tremendo gesto de preocupación. La mujer desnuda, les respondí, la que me tomó del hombro y se quedó hablándome. Ambos se miraron, como extrañados de lo que les estaba contando. Descríbeme a esa mujer, me pidió Diego. Morena, le dije, de cabellos largos y negros, como una noche sin luna, y con unos ojos muy claros, casi resplandecientes, comenté, aunque temía ser exagerado.

Diego miró a Fáthima preguntándole si tenía idea de quién podría haber sido. No, respondió ella, pero tengo una idea de quién pudo haberla enviado. Esa mujer era solamente una mensajera, y lo sacó del plano de lo real, para poder hablarle tranquila, transmitir todo el mensaje sin ser interrumpida. Luego se acercó a Diego y le dijo en un tono casi imperceptible: “creo que vamos a tener que acelerar los procesos, trabajar mucho más rápido de lo que pensamos. Parece que nos tienen vigilados de muy cerca, o bien, nos infiltraron con alguno de los nuestros, pero tienen mucha información fresca”.

 Esa reunión que ibas a hacer, preguntó Diego ¿A quién más le hablaste de ella? A nadie, le respondí, absolutamente convencido, hablé solo con Fáthima y contigo, ni siquiera mencioné a Letizia ¿Es posible que alguien vaya y vuelva de alguna dimensión paralela? Porque de ser así, esa es la persona de quien debemos sospechar, se me ocurrió inquirir, y ambos, mirándose, con gesto de desorientación y de asombro, respondieron al unísono: ¡¡¡el padre Anselmo…!!!

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