Editorial

EL MENSAJE DE NICANOR – GUILLERMO ALMADA

EL MENSAJE DE NICANOR

GUILLERMO ALMADA

 

Letizia no era de esas gitanas de las que uno ve en la calle y se aleja, no. Su atuendo la hacía cautivante. Digamos que sabía llevar la estirpe de su raza con hidalguía. Además tenía condiciones naturales que le proporcionaban signos de belleza, como el color oliva de su piel, combinado con sus inmensos ojos verdes, y ese dorado reflejo de su cabello largo, abundante, color castaño claro, que siempre usaba suelto, cayéndole por un costado de su rostro.

Hablaba con una tonada muy dulce, muy suave y particular, pero cuando se enojaba recitaba largas frases en caló que eran inentendibles. Tenía un carácter severo, y hasta puedo asegurar que parecía cambiar de personalidad. Nadie desearía estar frente a una Letizia enojada.

Diego sostenía que esas largas frases inentendibles no eran otra cosa que maldiciones gitanas, y a decir verdad, yo también lo creía.

Aquella tarde fue ella, justamente, la que llegó temprano a casa. Temprano y sola. Claro, la llegada del hombre pájaro había causado la curiosidad de todos los interesados, pero si aparecían como quien visita un museo, íbamos a tener problemas con Laurel. De verdad que yo quería advertirles, pero no sabía cómo decirles que fueran más disimulados, que no se abalanzaran sobre él como si fuese un bicho raro. Era necesario que Nicanor fuera tomando confianza, nos conociera, y, de a poco, se animara a contarnos sobre su vida, y su condición.

Alcancé a preguntarle quienes más irían, antes de que Laurel apareciera por la sala. Todos, se limitó a decir, Letizia, pero ¿Quiénes son todos? Repregunté, a lo que ella repitió, todos.

La maga y la gitana tenían caracteres similares. Es decir que las dos eran desconfiadas y de pocas pulgas. No consideraba que fuera positivo su encuentro, teniendo en cuenta la instancia y los motivos. Pero el azar se empeña constantemente en desestructurar al destino, y torcer las situaciones, dejando los alambres a la vista. Se clavaron la mirada, no obstante, más que mirarse se estaban escudriñando.

Laurel tenía habilidad para meterse en la cabeza de las personas, de ese modo podía saber sus verdaderos sentimientos, emociones, y, sobre todo, qué estaba pensando. Mientras que la gitana deducía, con gran habilidad del futuro. Era casi oracular. Por lo tanto, las dos juntas, eran indispensables para poder llevar adelante el propósito que se nos había propuesto. Pero, separadas, o peleadas, serían, sin lugar a dudas, el escollo más grande que deberíamos sortear, y por eso había que evitarlo. De cualquier modo, se debía impedir que se llevaran mal.

En ese momento, Nicanor apareció por la sala. Con su aspecto de pájaro. Desde su silencio nos miró a los tres, abrió sus brazos hacia los costados, en actitud de ofrecer, con las palmas de sus manos hacia arriba y hacia adelante, y con su pequeña voz comenzó a decir: “Habitamos un Universo infinito y circular, en donde todo suceso resulta cíclico, más no inmediato. Por lo tanto, lo que hoy es, puede que mañana no sea, sin embargo, sea nuevamente vivido por tus hijos, tus nietos, o lo hijos de estos. Nada es absoluto, ni siquiera los planos en que moramos. Estamos contenidos en el quinto elemento, un fluido hipotético, invisible, elástico y sin peso, que ocupa todos los espacios, todos los intersticios. Por lo cual poseemos la infinita facultad de trasladarnos en el espacio-tiempo, para salvaguarda y amparo de nuestra milenaria y superior cultura. Somos viajeros de todos los planos del Universo, para cumplimiento del mandato de nuestros seres superiores elevados, y por ellos, ordenamos, decretamos y establecemos los protocolos en defensa de las leyes naturales del planeta, de su vida, y su perdurabilidad. Fomentamos el amor entre sus habitantes, promoviendo la felicidad del dar y darse, de conocerse entre los semejantes para la práctica de la empatía social, y la unidad y complementarización de las culturas preexistentes y modernas, a fin de convocar a ser uno con la tierra, el agua, el fuego, y el aire”

Después de esta declaración, cayó desplomado al suelo. Como si hubiera estado en trance. Y tal vez había sido así, quizás solo fue utilizado como un instrumento comunicante, ni siquiera como un mensajero. Lo cierto fue que Laurel, Letizia, y yo, nos miramos ateridos, sin saber qué hacer, o cómo actuar. La gitana le acercó un espejo a la nariz y comprobó que estaba respirando, por cuanto lo dimos por vivo. La maga, asustada, sostenía que no lo moviéramos, que lo dejáramos allí, en el piso, hasta que llegaran los demás. Y yo me preguntaba de dónde provenían esas palabras, y a quién estaba dirigido ese mensaje. Pero, sobre todo, mi duda era si Nicanor volvería a despertar.

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