LA ACCION AFIRMATIVA: UNA QUIMERA
Gloria Chávez Vásquez
En junio del 2016 la Corte Suprema Estadounidense declaró que una medida contra la discriminación racial conocida como acción afirmativa o discriminación positiva es constitucional, a pesar de sus desajustes y oposición multitudinaria. La medida, instaurada en 1954 y reforzada por los presidentes Kennedy y Johnson, estaba causando muchos problemas de tipo legal y ético en el país.
El día de la decisión, el juez de la Suprema Corte Anthony Kennedy, se unió a los jueces más liberales, en contra de la Universidad de Texas que buscaba eliminar la medida, permitiendo así la continuación del uso ilimitado de la acción afirmativa, aun cuando esta viola la Enmienda 14 de la Constitución pues fomenta lo que prohíbe, o sea la discriminación por raza y sexo. En este caso perjudica también a los hombres y mujeres más preparados para la educacion universitaria.
El gobierno federal instituyó la acción afirmativa bajo el Acta de derechos civiles de 1964 y la orden ejecutiva de 1965. Las instituciones que recibían fondos federales no podían emplear exámenes de aptitud y otros criterios que afectaran el desempeño de los participantes y que discriminaran a los Afroamericanos. Se aseguró entonces que los colegios y universidades dieran la oportunidad a aquellos que no podían ingresar al sistema debido a su raza, etnia, ingresos o identidad.
Muy pronto fue evidente que la medida no solo hacía más daño a los grupos que pretendía ayudar, sino que con ella se bajaban el nivel de excelencia en el trabajo y la educación. La medida se había convertido en un instrumento de discriminación a la inversa; era además un laberinto burocrático, así como un arma de división política que estaba corroyendo al país.
La controversia continuaba. Un estudio reciente, patrocinado por la UNESCO concluyó que la de acción afirmativa es, “… la categoría más conflictiva, controvertida y hasta divisiva que puede hallarse en la constelación conceptual del derecho humano a la no discriminación”.
Aun cuando la medida tiene muchos promotores a nivel nacional e internacional, (Nelson Mandela dijo que era un mal necesario), Richard Sander, profesor de leyes y antiguo admirador de la medida, dice que,” aunque el objetivo fue encomiable, sus efectos no lo son”. De otra parte, la raza negra, la más beneficiada, no es ya una minoría. El escritor estadounidense Richard Rodríguez, autor de “Hambre de Memoria” (1982) opina que en Estados Unidos “se tiene la creencia de que ciertos grupos raciales, a pesar de la clase social, son minoría. ¿Entonces que pasa cuando esas minorías están en el tope de la escala social y son seleccionados para todo?”
Las investigaciones documentan que los estudiantes egresados del sistema escolar público y que reciben una educacion deficiente, deben competir con otros alumnos mejor preparados en el sector privado, colocándolos en posición desventajosa y en riesgo de abandonar sus estudios. Por esta razón, hay menos estudiantes negros e hispanos con grados profesionales y doctorados en áreas como la ciencia y la ingeniería. Es también el motivo por el que los afroamericanos graduados en leyes fallan el examen de certificación con más frecuencia que los blancos. Aun así, los estudiantes más exitosos en los exámenes de habilidades y conocimientos (chinos, coreanos, hindúes y blancos) son discriminados por el sistema desde el momento de la admisión.
El profesor Sander autor del libro “Mismatch” dice que el problema está arraigado en el fenómeno del desajuste, que resulta de gastar enormes sumas en una burocracia monolítica y en aplicar beneficios que no llegan al que más los necesita, sino a los menos preparados. El resultado es una fuerza laboral mediocre y politizada.