Editorial

Y ahora, ¿quién va a amarrar al puma?

Era el 9 de marzo de 2018. Estábamos en campañas electorales y los candidatos presidenciales acudieron a la Convención Bancaria que se realizaba en Acapulco.

Allí, López Obrador hizo una afirmación que se hizo célebre. Dijo: “Si se atreven a hacer fraude electoral, yo me voy para Palenque, y a ver quién va a amarrar al tigre. El que suelte al tigre, que lo amarre”.

Hoy podríamos parafrasearlo: el que suelte al Puma, que lo amarre.

Muchos universitarios escucharon atónitos ayer al presidente:

“…hasta la UNAM se volvió individualista, defensora de esos proyectos neoliberales, perdió su esencia de formación de cuadros de profesionales para servir al pueblo. Ya no hay los economistas de antes, los sociólogos, los politólogos, los abogados… entonces sí, fue un proceso de decadencia”.

Quizás AMLO no recuerde que la UNAM en el año 2018 se volcó a votar en su favor.

No fue sorpresa. La universidad pública más importante del país fue de izquierda en las últimas décadas. Así que, la posibilidad de que llegara al gobierno un personaje que provenía de los movimientos populares despertó entusiasmo entre estudiantes y académicos, que se volcaron a respaldar al candidato de Morena.

En un lapso de tres años, las cosas cambiaron completamente.

Los universitarios han decepcionado profundamente a AMLO. Él esperaba que fueran seguidores incondicionales y resulta que, aun quienes votaron por él, se convirtieron en ciudadanos exigentes y críticos. Imagínese, qué atrevimiento.

Quienes conocemos la UNAM, sabemos que en su naturaleza hay un pensamiento crítico que no se puede erradicar.

Yo ingresé a la UNAM en 1974. Eran tiempos en los cuales el gobierno de Luis Echeverría buscaba obtener el respaldo de los universitarios, sin conseguirlo.

Pude percibir la evolución del movimiento estudiantil, de las organizaciones sindicales que nacían, de la transformación del mundo académico. Fui alumno de la UNAM desde preparatoria hasta egresar de un posgrado. Y después tuve la oportunidad de impartir clases por varios años.

Además, tengo muchos amigos cercanos que están en activo en este momento en la UNAM.

Así que creo tener la información suficiente para afirmar que la crítica del presidente López Obrador es desinformada e injusta.

No sorprende, pues se trata de una afirmación más que refleja su desinformación y la pérdida gradual de conexión con la realidad.

Esto deriva de que ha dejado que su círculo más cercano lo aísle y lo cerque.

AMLO tuvo alguna vez una vocación pragmática que lo hacía escuchar diversas voces aun cuando estuviera en desacuerdo con ellas. Hoy ya no sucede.

Desde el poder que da la presidencia de la República y en la soledad de Palacio, se ha quedado con sus fantasmas, sus prejuicios y sus aplaudidores.

Sin embargo, me imagino que universitarios como la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, su preferida para sucederlo, han de haber escuchado con alarma las declaraciones del día de ayer.

López Obrador ya perdió todo interés por atraer a las clases medias, entre las que se cuentan destacadamente los universitarios.

El problema es que ellos son por naturaleza ‘aspiracionistas’. No se conforman con el mundo que tenemos y buscan mejorarlo. Para ellos y para su entorno.

En muchas ocasiones provienen de segmentos socioeconómicos con ingresos medios o bajos y aspiran a una vida mejor.

Pero eso no significa que se olviden ni de su entorno ni de su país. Saben que el pensamiento crítico es clave para servir al pueblo. Cancelar la crítica sería cuestionar su propia razón de ser.

Pero no es lo mismo apoyarse en los universitarios para llegar al poder, que cultivar y aceptar el pensamiento crítico cuando se está en el gobierno.

Bien dicen algunos que lo conocen: el peor enemigo que tiene AMLO es él mismo.

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