Editorial

En el espejo de Garlick – Letranías

En el espejo de Garlick

Letranías

Alan J. “ El Tosco” Luna Moreno

 

 Cuenta la historia del gran Garlick que él era capaz de sanar con su comedia hasta el alma más desolada, una tarde un hombre llegó con un médico a pedir un remedio contra la depresión, el médico recetó normalmente, ”Una visita al Grandioso Garlick”, el hombre triste respondió a la receta: “ El problema es que yo soy Garlick”.

 ¿Qué puede ser más trágico en esta historia?

 Los remansos de melancolía en el recuerdo de años gloriosos para el romanticismo torturan al poeta que deambula entre parques abandonados, las nocturnas calles solitarias, y bancas donde imagina escenas de amor que escribe sobre alguna servilleta reciclada del basurero.

 Las plazas quedan mudas cuando el payaso recoge el espectáculo y lo refunde en la cantina donde ahoga sus penas, su psicóloga económica cobra algunas copas mientras le da alegría con los senos sobre sus lagrimeantes mejillas.

 Pareciera que la comedia ha muerto, pero no, los mejores comediantes han cambiado la nariz roja por corbatas, y los chistes suenan en cada campaña tras la silla de los locos, el trono de la megalomanía.

 La poesía es sustituida por un lenguaje soez, procaz y precoz.

 La danza es una exhibición fornicadora, que entre copas desborda las emociones en una mezcla de alimentos y quejidos que van al fondo de algún retrete.

 La música se tornó en el conjuro para los demonios de la lujuria desorbitada.

 El teatro se funde en escenas callejeras de combate, celos y arrebatos insensatos.

 La pintura se manifiesta entre tonos rojos y emulaciones rupestres con blanca tiza sobre el concreto indicando el sitio de partida de un hoy occiso.

 La vida, es un espectáculo de circo con la más pulcra técnica de terror, todos los asistentes mueren de infarto si es que pueden llegar al final de la función.

 Bendito sea Cortéo que pudo morir mientras soñaba con su propia muerte.

 En esta farsa el mejor espectáculo de comedia es cuando el payaso aparece al final, colgando de un columpio, sin respirar y burlándose de todos con la lengua de fuera.

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