Por: Caleb Ordoñez
El presidente norteamericano tendrá una reunión por separado con cada mandatario, para luego, por la noche, reunirse los tres y llegar a algunos acuerdos en común que podrían ayudar en fortalecer, seriamente, las relaciones entre los tres países.
Pero la reunión trilateral va mucho más allá de los temas que se han manejado en la agenda (COVID, migración y seguridad). Los tintes políticos se centran en la reunión presencial y lo que el “face to face” pueda generar. Pues muy atrás quedó esa incómoda y criticada reunión del pasado julio del 2020 con Donald Trump. Ahora, el presidente mexicano llegará a Washington D.C. de forma relajada y hasta con buena posición para discutir temas que no solo conciernen al Estado mexicano, sino con el talante de un presidente que lidera a otros de sus pares de la zona, como dejó clara la cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) llevada a cabo el pasado 18 de septiembre en la Ciudad de México.
AMLO enfrentará cara a cara a sus homólogos para defender temas complicados. El mexicano está en plena campaña para mostrar las bondades de su reforma energética, la cual golpea directamente a megaempresas de ambas naciones norteñas. Tendrá que hablar directamente de la migración de todos los países latinoamericanos que está cruzando nuestro país para llegar a las fronteras y ya tienen un verdadero conflicto con los miles de viajeros; caravanas que no tienen grandes esperanzas de llegar a lado norteamericano, y muchos de sus integrantes ya piensan seriamente asentarse en territorio mexicano.
Entre los otro temas globales que López Obrador quiere abogar está el de las vacunas contra el COVID-19. El tabasqueño buscará exigir el proveer millones de jeringas a América Latina y el Caribe, así como el reconocimiento de todas y cada una de las vacunas aprobadas por la OMS en Estados Unidos y Canadá.
El presidente se ve confiado de que “algo muy bueno saldrá” del próximo jueves. Incluso, dice que no irá a perder el tiempo. Quiere soluciones y las quiere inmediatamente, como aquel que desespera en un pedido de comida rápida gringa.
«Son hombres de acción, entonces, no es para ir a conceptualizar, o sólo al análisis de la realidad, es para tomar decisiones porque ellos no están para perder el tiempo, ni nosotros», dijo tajantemente en la mañanera del pasado 16 de noviembre y añadió: “Lo más importante de las cumbres son los resultados, que se lleven a cabo los acuerdos”.
Aunque pareciera una reunión sencilla y sin mayor interés que el de la fotografía entre los gobernantes, la cumbre que viene podría significar un gran avance en los temas que el presidente mexicano tanto para su país como para otros de Latinoamérica y del Caribe, siempre y cuando sepa cómo tratar un tópico espinoso y de mucho interés para Joe Biden: la situación de la oposición en Cuba.
Ante la caída de la imagen del demócrata en el país, que detonó la derrota de su partido por la gubernatura de Virginia -entregando dicho Estado a un ferviente seguidor de Donald Trump- Biden ha buscado tomar temas que le interesan a los conservadores para “calmar las aguas”. Uno de ellos es la detenciones arbitrarías en Cuba a opositores así como la vigilancia de las casas de varios activistas y periodistas independientes.
El presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, ha presumido su cercana amistad con AMLO y la izquierda mexicana, sin embargo en esta próxima reunión su relación podría tambalear, pues tanto para Biden como para Trudeau la manifestación en contra de los excesos del cubano contra sus opositores se podría convertir en el tema que pueda inclinar la balanza a favor de las peticiones que pueda hacer el ejecutivo mexicano.
¿Qué decisión tomará el presidente más aplaudido en Nueva York?