RADIOGRAFíAS
El alma errante
NORMA SALAZAR
Los bosques volatilizaban su ímpetu
para acercarse al Madero Rústico
que tenía labrado el Canon Ortodoxo
de aquellas hordas añejas adonde escribas y eruditos
narraron las estampas mitológicas.
Las costumbres de los vetustos bosques
fueron trasplantados por los discípulos-guardianes,
pero sobrevino el Colapso del Imperio.
Errantes discípulos
no dejaron de hablar de gestas,
asimismo predicaban dogmas de moral con sabiduría,
tomaron el camino del norte.
Siguieron el cauce hasta el Valle Baldón
a su paso el viento soplaba llevándose los gélidos alientos
hacia los bosques del sur,
provocando desencantamientos atenuados.
Las grietas de la tierra agrandaron nuevos caminos,
venideras caravanas
pudieron atravesar del oeste-este
para dar a conocer la nueva Lengua Cáustica.
Los transeúntes de castaño oscuro
llegaron a templos inauditos
al entrar se escuchó el retorcer de las duelas
hasta llegar a la antigua estatua en compañía del shofar.
Despertó el silencio,
aunque los añejos muros intentaban escurrir los mohos fétidos
tampoco podían destellar sus lágrimas calizas.
Afuera los árboles
permanecían inquietos para crujir sus ramas de esperanza
habían soportado los desplantes de las hordas intoxicadas del alma.
Lugareños de ojos azul cobalto
moraban en las afueras del Sinaí
que soportaron la ingratitud de los malhechores.
Las penurias
fueron dispersándose al trote de los corceles blancos
con pisadas fuertes se podían observar
las huellas de herraduras que arropaban las durmientes tierras.
Disiparon orgullos mundanos y soberbias algarabías
con pendones de humildad
y los antiguos árboles respiraron oxígeno puro.
Híbridos paisajes
se extendieron en las nuevas llanuras fecundas
de una creación divina,
al final el Olimpo exclamó ¡Ah por los hombres!
FOTOGRAFÍA: SUSANA CASARIN