Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones
Entre huchas y chalecos rosas
Suplicándome con la mirada, se hizo notar entre las piernas de los voluntarios que, correas en mano, buscaban a alguien empático con su causa. Mendigaba amor en la Plaza del Callao, como otros tantos que fueron desechados porque ya no hacen ganar a sus dueños en las carreras, o abandonados porque, al final de la caza, los cazadores los dejan sin casa.
Por un momento lo imaginé tendido junto a mí en el sillón de mi casa una tarde de lluvia, lo quise abrazar, pero pensé en los de mi país, algunos incluso víctimas de abuso sexual.
No me pude llevar a Pepe, el galgo que arrastraba su porte de desahuciado. Me alejé con su mirada adherida a mi espalda, pesándome en los hombros, encajándome hasta adentro la congoja.