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Salvemos a Elvira Sastre – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Salvemos a Elvira Sastre

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Fb: Ediciones Ave Azul Twitter: @adairzv YT: Ediciones Ave Azul Ig: Adarkir

No podemos negarlo, hay poetas, y pooeetaas. Desde la academia, el mercado o la casualidad, cada uno tiene a sus favoritos. Como todo en la vida, en gustos se rompen géneros. Incluso, es sabido que se clasifica a los poetas según su profundidad, con esa ramplona idea de arte mayor y menor; que surge de la destreza en el manejo de la métrica clásica. Pero lo importante es que hay tipos de poetas. Algunos han sido defenestrados por su pensamiento político, o incluso su moralidad, lo que tampoco escapa de esa arte humana de anteponer nuestros caprichos a los hechos. Otros casos, son inversos, y desde lo simple se busca hacer espacio en lo más sublime. Así encontramos a cantantes que son considerados “poetas” en cierto sentido, aunque la definición que se usa de la palabra es menos mágica, pero más emocional. Y pensándolo bien, tampoco tiene nada de malo. La belleza, y al fin la poesía, nacen en el alma. Cada persona es un alma distinta, que adopta sus propias formas. Al final de cuentas, admiramos en la poesía cosas que nos gustan, desde el lenguaje, los tópicos, las expresiones o la tragedia. Y en ese mismo sentido, cualquiera podría definir la poesía desde las expectativas que tiene como consumidor, o para que no se escuche feo, como observador de la belleza. Eso es un tremendo golpe a nuestro ego de eruditos.

Si es válido afirmar que la belleza existe en el ojo de quien la contempla, también lo es para la poesía. Sobre todo, porque la ni la belleza ni la poesía son puras, sino que son un gradiente que se va destilando en los objetos que nos rodean; incluso si de lo que hablamos es inmaterial como el espíritu, los sueños o el deseo. Elvira Sastre, la escritora española, es polémica porque aparentemente se dice que no es tan buena, sino que es parte de ese mundo de los influencers que quieren ser algo, pretenders. Pero no me parece un juicio justo. Hay poemas que he escuchado de ella y que me han gustado. Quizá no tanto leídos, pero tampoco me disgustan. No me llamaría un purista de consumo, pero tampoco sería inicuamente severo con ella. Sobre todo, porque es una escritora que trae consigo a una nueva generación de lectores, que se han alejado de ese “alto e incomprensible” mundo de la élite del pensamiento poético. No recurran al ostracismo conmigo, sólo quiero decir que tampoco es tan terrible lo que escribe. Pienso en ella como una pequeña vela que alumbra a nuevos lectores por el mundo de la cansada poesía, ya sin aliento, y también como en una mujer moderna que hace más atractiva la cercanía de sus lectores con los clásicos.

Elvira Sastre es diferente a otros autores de su estilo, juveniles, posmodernos, porque siento en lo que ella hace respeto por el oficio. Quizá sus metáforas no acaben de ser del gusto de todos, en especial los títulos de sus libros (que sí me parecen más bien apresurados), pero hace un esfuerzo gentil por explicarnos lo que siente, la manera en que ama, y cómo la vida moderna le va dando sus golpes en el cuerpo. Su pecado, para mí, es ser muy joven y exitosa. Y el precio de ello es ver la inmadurez de lo que podría ser su gran obra en algunos años; en lugar de ser así, a lo Cortázar, y esperar para no arrepentirse tanto de lo publicado, que tampoco pasa. Y por otro lado la envidia, de que aún hoy día la poesía, o una de sus formas, puede seguir siendo atractiva para las nuevas generaciones. Siempre habrá un reducido número de eruditos puristas, con los que normalmente estoy de acuerdo en sus juicios estéticos (no en los de valor), que verán en escritores como Elvira el pecado de la modernidad. Pero a mi parecer, ella es diferente porque cree en lo que hace, porque es parte de su propia experiencia sensorial de la realidad. Otros casos tenemos donde no es así, y se decanta en su prosa cortada una sensación de vacío, de abandono del oficio, de insustancial perversidad por pretender a fuerza algo que no les pertenece.

Yo prefiero esperar a ver lo que Elvira Sastre hará en un futuro, apostando en que la ingenuidad de su juventud dará paso a una persona más reflexiva, más profunda, y más merecedora de los espacios que ya ha logrado reclamar para ella, y para las nuevas generaciones que encuentran en su forma de hacer poesía la belleza que necesitan. Por opiniones no habremos de parar, y en ese juego de hablar bien o mal de ella, la que debe triunfar es la poesía misma. Más adelante alguien nos dirá cuál es el fallo definitivo del tiempo una vez que estemos muertos. En la de mientras, que la poesía fluya, como sea, a través de quien se necesite, para mantener ese diálogo hacia adelante.

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