LA DESHUMANIZACION DEL HOMBRE NUEVO
Gloria Chávez Vásquez
Ya para 1925 el mexicano José Vasconcelos hablaba del “hombre nuevo” en su ensayo La Raza Cósmica. El concepto, aunque idealista, era un lema supremacista cuyos eufemismos han pasado por fascismo, nazismo, socialismo, comunismo y globalismo.
En la década de los sesenta, Cuba ofrecía en sacrificio, al dios de la revolución, el sudor, las lágrimas y la sangre de los isleños, bajo la batuta de la Unión Soviética y la colaboración del bloque comunista del Este y China. En el proceso, redefinía todo aquello que le era antitético al régimen: individuo, familia, religión, sociedad, cultura, tradiciones, historia.
Siguiendo la fórmula de Mary Shelley, La nueva criatura, cobraría vida con las partes de los muertos y el cerebro, una réplica de su altivo creador. Las ideas se trasplantarían mediante el adoctrinamiento y el entrenamiento marxista. Se impondrían símbolos y mitos, se armarían estereotipos nacionales asociados con la guerra y la masculinidad. Un único dios vivo, Fidel Castro y los lideres revolucionarios de La Internacional, uno de ellos el Che Guevara, como Mickey Mouse, universalizado en una camiseta, encabezarían el santoral.
Cundía el pánico entre la población cubana. El salvajismo ideológico, el enardecimiento de las masas, los ataques al pequeño comerciante, la expropiación de empresas y propiedad privada, las campañas de reconstrucción nacional, suscitaba la injusticia y aguzaba los prejuicios. Los revolucionarios convocaban a acabar los “vicios” del pasado en medio de la fiebre de odio y rencor. A las arengas de tipo religioso se añadían los discursos de “limpieza” y “erradicación” de “la enfermedad social”.
Se utilizaba el juego de los espejos para eliminar toda oposición y consolidar el poder revolucionario. Se buscó como excusa lo más visible: el homosexualismo, la prostitución y el alcoholismo, pero con ellos se perseguía al pensador libre, al disidente, al desafecto, con una especie de discurso religioso, político e higiénico. Había que censurar y eliminar las ideas “burguesas”. El hombre nuevo debía tener gestos y posturas milicianas y era una prioridad reeducar y canalizar la fuerza opositora hacia una maquinaria de producción económica y sin costo para el estado.
Su modelo más inmediato fue el gulag soviético. Creado en 1930 y disfrazado de centros de rehabilitación o reeducación, el gulag o Dirección General de Campos de Trabajo era una gran empresa estatal de trabajo forzado, organizada en unidades militares. El régimen cubano crea entonces las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (umap), el proyecto de ingeniería social orientado al control social y político y que formaría parte de la maquinaria movida por los aparatos judicial, militar, educacional, médico y psiquiátrico.
Castro soñaba con destellar al socialismo internacional con, entre muchos otros proyectos fallidos, una zafra de diez millones de toneladas de azúcar anualmente. La provincia de Camagüey, tierra ideal para las plantaciones, fue escogida para establecer las umap y someter a miles de cubanos al trabajo forzado. Pretendiendo estar actuando bajo la ley del Servicio Militar Obligatorio (smo) se emitieron citaciones falsas mediante las cuales, las autoridades comunistas seleccionaron y transportaron a los castigados a los diversos campamentos.
La purga comenzó meses antes del primer llamado a las UMAP en 1962. La cruzada fue encabezada por la Unión de Jóvenes Comunistas. Alma Mater, órgano oficial de la Federación Estudiantil Universitaria, aseguró que la depuración era una “necesidad para el desarrollo futuro de la Revolución” y la purga contra contrarrevolucionarios y homosexuales no debía entenderse como dos procesos aislados, sino como uno solo. “Tan nociva es la influencia y la actividad de unos como de otros en la formación del profesional revolucionario del futuro”, se leía en la revista.
“Nunca hemos creído que un homosexual pueda personificar las condiciones y requisitos de conducta que nos permita considerarlo un verdadero revolucionario, un verdadero comunista. Una desviación de esa naturaleza choca con el concepto que tenemos de lo que debe ser un militante comunista. Pero seré sincero y diré que los homosexuales no deben ser permitidos en cargos donde puedan influenciar a los jóvenes». Fidel Castro
Los estudiantes expulsados durante la “depuración” fueron citados al servicio obligatorio. El régimen hizo el primer llamado y recogida de jóvenes considerados contrarrevolucionarios, entre marzo y abril y de 1965. el 31 de mayo la UJC exhorta a estudiantes de enseñanza media superior a expulsar de los planteles a los “elementos contrarrevolucionarios y homosexuales” que demostraran “desviaciones”, y que fueran “apáticos a las actividades revolucionarias que realiza el estudiantado”. Estos debían integrarse al Servicio Militar Obligatorio para “ganarse el derecho” de ingresar a la universidad.
Los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), conocidos como comités de cuadra, una de las instituciones de vigilancia más cruentas creadas para el control social y político en Cuba, se encargaron de identificar a los jóvenes y pasar la información al Ministerio del Interior y al Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
La narrativa histórica sobre las Unidades Militares de Ayuda a la Producción, se centra en las experiencias de la comunidad LGBT debido a que fue esta la más activa en denunciar los campos de concentración cubanos. Además, se asumía que quien era reclutado por las UMAP, era por ser homosexual. En realidad, aunque la homofobia era un hecho en Cuba, también fue una excusa y una distracción para detener a artistas, intelectuales y otros profesionales puesto que entre los miembros del gobierno había reconocidos homosexuales. De 30.000 jóvenes recluidos entre 1965 y 1968, solo 850 eran gay.
Durante el confinamiento, se sometía a sus internos a toda clase de vejaciones, malos tratos, abusos, y hasta tortura. Los no reeducables pasaban a un hospital de problemas psiquiátricos y eran objeto de siniestros experimentos “rehabilitadores”. 500 reclusos terminaron en el psiquiátrico, más de 70 fueron fusilados o conducidos a la muerte a través de la tortura y más de 180 cometieron suicidio.
Las UMAP funcionaron desde noviembre de 1965 y se clausuraron en octubre de 1968. Pero fueron reemplazadas por otras instituciones regidas bajo el mismo ánimo de subyugación que las concibieron.
Tras las denuncias y campañas internacionales pidiendo el cierre de los campamentos, el régimen y sus asociados en el exterior, se dieron a la tarea de desasociar al máximo líder de estos procesos. En entrevistas, discursos y declaraciones Castro alegaba desconocimiento total del asunto y repetía su mantra de que la culpa de la existencia de las UMAP la tenía el bloqueo económico y el acoso de Estados Unidos a la revolución cubana. Escritores como el nicaragüense Ernesto Cardenal, entre otros, justificaban las umap como “una excepción que no debía identificarse con la Revolución”.
El testimonio de muchas de las víctimas, como el escritor Reinaldo Arenas, documentado en el film Conducta Impropia, la literatura que generó, más las declaraciones de artistas e intelectuales sobre la brutal represión castrista en pos del hombre nuevo, despertó la paranoia en el satélite comunista en el Caribe. Tratando de apaciguar el clamor internacional, especialmente el de la izquierda norteamericana, idearon respuestas como la película Fresa y Chocolate.
Aunque el comandante en jefe nunca reconoció el fracaso de su experimento social, y se dio golpes de pecho póstumamente por las UMAP ante sus fieles devotos, lo cierto es que más de 60 años de régimen han creado, no un hombre nuevo sino otra versión de ser humano. Uno al que le mata a diario sus ilusiones, que está siempre necesitado y en modo de supervivencia. Uno que no cree en nada ni en nadie. Aquellos que, en un acto de heroísmo, escapan al régimen, han sublimado su espíritu, ansioso de libertad y se abren camino al futuro sabiendo que al fin, son sus propios amos.