Editorial

TWITTER 1984 Y LA LIBERTAD DE EXPRESION – Gloria Chávez Vásquez

TWITTER 1984 Y LA LIBERTAD DE EXPRESION

Gloria Chávez Vásquez

Desde su fundación en 2006, el director y la junta de Twitter se han alineado a las políticas del movimiento woke promoviendo el racismo a la inversa hasta la paranoia y sacrificando la libertad de expresión en esa plataforma social. Esto ha significado pérdidas cuantiosas a los accionistas, inversionistas y copropietarios de la compañía.

Primero Jack Dorsey, cofundador de Twitter, un hippie trasnochado con ideas grandilocuentes y ahora Parag Agrawal, hindú nacionalizado estadounidense, imponen la censura a un público que busca expresarse. Agrawal, aparte de ingeniero de software y el actual director ejecutivo de Twitter después de que a Dorsey se le venciera el cargo, es el eco de la ideología de Dorsey.

Llega entonces Elon Musk, empresario y magnate surafricano, (según Forbes, el hombre más rico del mundo) con una gran oferta de compra y propuesta de liberación de la plataforma. Aparte de ser fundador e ingeniero en jefe de SpaceX, Musk es director ejecutivo y arquitecto de productos Tesla. A lo largo de su vida de inventor y fundador ha creado compañías como The Boring Company, Neuralink y OpenAI. Todo ello a pesar de sufrir el síndrome de Asperger, el cual forma parte de los trastornos del espectro autista.

Una semana después de haber ofrecido 44 billones por la compra de la plataforma, Musk ya tenía director ejecutivo para Twitter. Todo muy secreto, pero a grandes voces en los medios. Dorsey se refiere entonces a Musk, con los más altos elogios. Cuando supo que había hecho la oferta, dijo que lo de Musk como propietario era “el camino correcto” para la compañía. “Elon es una solución singular en la que confío”, agregó Dorsey. “Confío en que su misión extenderá la luz de la conciencia”. Y con la luz de la conciencia se refería a la continuación de la censura.

Entonces se desata la controversia. Los evangelistas del wokismo en los medios acusan a Musk de querer secuestrar la democracia con su intención de restaurar la libertad de expresión. Max Boot, el columnista ruso-americano del Washington Post, argumenta que para que la democracia sobreviva se necesita moderar más el contenido del lenguaje y la expresión. Es decir, una especie de Big Brother, en la novela 1984.

Otro que aboga por un régimen al estilo de la distopia de George Orwell es Robert Reich, el exsecretario de trabajo de Bill Clinton. Para Reich, la libertad es la tiranía, e insiste en que son los dictadores, los hombres fuertes y los demagogos quienes promueven la libertad de expresión con el fin de oprimir a la gente. Reich usa el título de la novela Brave New World (Un mundo feliz) de Aldoux Huxley para decir que Twitter en manos de personas como Musk se convertirá en una «nueva y brava pesadilla». No cabe duda que para los wokistas todo es al revés.

En su mentalidad caudillista, Parag Agrawal asegura que quiere manejar la compañía más allá de la Libertad de expresión y que el hecho no es quien puede expresarse sino a quien puede dejarse escuchar.

La pregunta es, claramente, si lo inversionistas y codueños de la compañía serán escuchados por una Junta que ha decidido hacer de la censura o «modificación de contenido» uno de sus mandamientos oficiales.

Musk tiene tres estrategias para hacerse a la compañía. Una de ellas es llevar el caso a la corte para asegurar su derecho a la compra y luego a la recuperación de la libertad de expresión. Si lo logra, lo primero que hará es eliminar los salarios multimillonarios de los miembros de la Junta.

Entretanto, Parag Agrawal, la cara de las minorías oprimidas en Twitter, recibiría $42 millones de dólares en caso de ser despedido dentro del año en que Musk asuma el control de la plataforma social.

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