Mariel Turrent
Padecimientos literarios y otras afecciones
Sin prisas
Miguel vive siempre con prisa, se levanta de prisa prepara sus cosas rápidamente y apresura a su hija para que desayune, se ponga el uniforme y Ramona la peine, después la lleva a la escuela, la deja casi corriendo y se va a toda velocidad a la alberca donde nada la mayor cantidad de vueltas posibles en el menor tiempo posible, regresa a su casa agitado, desayuna contra reloj y se va en su coche zigzagueando para llegar al trabajo antes de las 9 a.m.
Su vida se rige por el reloj: tiene los horarios inamovibles y una agenda establecida. Si no cumple sus tiempos o los planes cambian a última hora estará de mal humor todo el día.
Ramona, sin embargo, duda de la existencia del tiempo. A veces le pasa que justo cuando tiene prisa, su madre, le llama para que le explique cómo hacer algo, o Rosario, quien le ayuda con la limpieza de la casa le hace alguna confidencia y le pide consejo. Ramona respira y piensa que, tratándose de una situación como esa, donde realmente es necesario tener paciencia y escuchar, el tiempo se vuelve elástico y se estira cuanto sea necesario, así que con paciencia escucha y trata de dar una valiosa opinión.
Ramona se da cuenta de que el tiempo transcurre en diferentes planos. Por ejemplo, en el calendario pasan meses y años en que no ve a sus amigas de toda la vida (y cuando piensa “toda la vida” está segura de que siempre han estado y estarán a su lado) pero cuando se encuentran, para Ramona es como si no se hubieran dejado de ver nunca, como si desde la primaria no se hubieran separado. Sí. Claro que sabe que hay personas que aparecen y luego se alejan, se vuelven casi extraños o desaparecen, pero eso es otra cosa, son seres cuya interacción tenía un fin específico que ya quedó resuelto.
Ramona tiene también tiene amigos con quien departe en un espacio sin intemporal, es decir fuera del tiempo, en la mente. Ahí donde se puede experimentar una eternidad en un segundo, atravesar diferentes planos, ahí no es hoy ni mañana, sino que todo pasa, todo está ocurriendo. Igualito que los sueños donde sucede tanto que nos es difícil explicarlo y terminamos por olvidarlos.
Hace años, cuando Ramona estaba sola, el tiempo le parecía una eternidad. Un domingo tenía miles de minutos que desfilaban lentamente y no sabía qué hacer con ellos, hasta llegó a sentir que se ahogaba. Ahora quisiera rescatar esos minutos, quisiera haberlos podido guardar en su monedero y ahora sacarlos para completar una u otra hora que le quedó corta a Miguel, así podrá estar más tranquilo y hasta ahorrar un poco para tener en algún momento tiempo de sobra y por qué no, tal vez explorar con ella los sueños.