El descrédito de los partidos políticos crece a medida que se exhiben como auténticos movimientos para buscar y conservar el poder. Nada más. No les interesa la ciudadanía, no les interesa la democracia per se, más allá de un sistema medianamente reglamentado que les permita transiciones sucesivas: ahora gobierno yo, mañana gobiernas tú, y así sucesivamente.
Morena ofrecía y representaba una propuesta distinta: un partido cercano a la gente, atendiendo necesidades ciudadanas, gobernando por y para la población. Cinco años después –casi– de una extendida presencia del gobierno federal y en 22 estados de la República, ha demostrado lo mismo de siempre. Les interesa el poder, controlarlo todo, las cámaras, los congresos, los municipios, las gubernaturas. Imponer su visión de país y de Estado debilitado, ilegal, con continuas tendencias a la violación del Estado de derecho.
Cero transparencia, militarización multiplicada, negocios repartidos a las Fuerzas Armadas –ingrediente esencial para su control y sumisión a una ideología–, inseguridad desbordante con crímenes y atropellos en todos los rincones del país. Educación en ruinas, salud en proceso de desmoronamiento. Derechos humanos atropellados, pisoteados, con la criminal complicidad de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).
Pero eso sí, pretenden extender el liderazgo en su partido para controlar –una vez más– las listas de diputados y senadores en los siguientes comicios, y de paso, municipios y gobiernos estatales. La clave es el poder, el control, la reproducción de negocios y lealtades, el viejo PRI reproducido y reinstalado. Eso de democracia, sucesión, transición, que se haga con los vecinos. No aquí.
Pero resulta que la oposición está en lo mismo, tal vez, porque en el fondo son lo mismo.
No renovación de liderazgo en el PRI, extender al máximo la presencia de Alito Moreno para que resulte protegido por el cargo y el fuero como diputado, para que no lo persiga nadie, desde Campeche o desde la Fiscalía General de la República.
La expresión más lamentable de estos partidos que sólo pretenden controlar sus posiciones, mantener sus liderazgos y negociar transiciones, radica en el reciente ataque a las facultades del Tribunal Electoral.
Buscan debilitarlo, disminuirlo, medrarlo para que se someta a los partidos y al poder.
Lamentable, vergonzosa actitud cómplice del PAN, del PRD y del PRI, quienes recientemente se llenaron la boca defendiendo al INE.
Movimiento Ciudadano (MC) y Dante Delgado le juegan al morenismo, como atestiguamos en semanas recientes en el Estado de México. Ya está medido el crecimiento en encuestas que tuvo la morenista Delfina Gómez y de sus esbirros, cuando Juan Zepeda, de MC, se retiró de la contienda por razones oscuras nunca explicadas.
MC le dio un empujoncito a Morena en el Estado de México. Mucho discurso opositor, muchas declaraciones de independencia, pero a la hora de la verdad, se inclinó por Morena. Así lo demuestra la ventaja de 18 puntos de Delfina sobre Alejandra del Moral de la Alianza.
Así es que las expectativas para 2024 se enturbian para el país, y se iluminan para Morena. Quieren todo, van por todo.
La única esperanza ciudadana son la fractura, las rencillas, los golpeteos y divisiones internas. Un grupo de morenistas se lanza ahora –con derecho y justicia– en contra de Mario ‘Abyecto’ Delgado y Citlalli Hernández. Se oponen a su permanencia en la dirigencia morenista y a la reproducción de su aparato controlador en todo espacio público de elección popular. Exhiben una pequeña célula opositora al interior del partido gobernante, ante el silencio cómplice de todo el aparato. Hasta Ricardo Monreal tan activo y ‘retador’ hace unos meses, aparece hoy formado y disciplinado. Corren versiones de que se ha concretado el “gran premio” de consolación para él (CDMX).
Desde el Senado también la siempre combativa Malú Micher (Morena), eleva la voz y les dice a sus colegas diputados “No al patriarcado. No pasará. En el Senado hay feministas”.
La oposición comete un grave error de cálculo al despreciar la voz ciudadana –que no partidista– manifiesta en las calles de más de 60 ciudades del país por la defensa del INE.
Se tropiezan al intentar reproducir vicios, extender liderazgos caducos y, por si fuera poco, atacar al Tribunal Electoral para restarle facultades. Un auténtico retroceso democrático.
Los partidos son la misma mugre, aunque se disfracen de colores, canten convicciones democráticas y alianzas fortísimas a causas sociales: quieren el cargo, el puesto, el presupuesto, el acceso a los negocios y las concesiones. Todos son iguales.
Podrán cantar que son auténticos defensores de la libertad, la equidad y la justicia, pero en los hechos demuestran su verdadera pulsión por la autoridad, el poder y el control.
La misma mugre, exhibida una y otra vez.