Editorial

La neurótica necesidad de acentuar ‘sólo’ – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

La neurótica necesidad de acentuar ‘sólo’

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Recientemente Arturo Pérez-Reverte, escritor español, y lo más importante, figurilla del chisme público que se hace notar en redes por la polémica y la contradicción, hizo un comentario sobre la importancia de acentuar la palabra ‘sólo’ en ciertos casos específicos. Esto en particular llamó la atención no por su carrera literaria, sino más bien política, ya que lleva no-sé-cuántos-años siendo miembro de la Real Academia de la Lengua, la famosa y denostada RAE. Esa institución que manifiesta que simplemente recoge las expresiones cotidianas del español (cosa poco probable por las enormes variaciones intercontinentales), pero que se nutre de la fantasía de poder imponer un canon o reglas específicas para “simplificar el idioma”. Por algún motivo a alguien se le cruzó por la mente que eso era un tema importante, y triunfó en su descabellada manera de no leer la lengua de Cervantes.

Algunos escritores se han alineado al pesado manual de la RAE, inclusive en escuelas y algunas otras instituciones, que también apoyan el lenguaje inclusivo; con el cuál paradójicamente está peleada la Academia por justamente deslucir, aniquilar y empobrecer el lenguaje de Cervantes. Lo que uno tiene que ver en esta ortografía líquida. Por otra parte, bastantes autores ignorar de lleno a la RAE y sus llamados cardenalicios a la simplificación, poniendo de manifiesto que la redacción empobrecida de los culivotantes de las Academias están en todo menos en la escritura. Y es que el detalle no es contra los cambios o contra las revisiones, pero se ponen fuertes dudas a las implicaciones de algunas de ellas o sus justificaciones. Nadie ha salido en defensa de la palabra ‘guión’, y dudo que levante alguna simpatía por conservarle el copete. Pero la palabra sólo tiene su propia batalla por ser ganada por los anticuados defensores de la apóstrofe.

El argumento de Reverte no es ni nuevo ni iluminador, ya que ha sido dicho hasta cierto cansancio. Pero ninguna contra argumentación ha salvado sus críticas. Se acentúa ‘sólo’ por la simple necesidad moral de entender las implicaciones metafísicas de su significante en el mensaje, por el romanticismo de sus cadenas psicológicas, o talvez por el morbo colectivo de fustigar a los exiliados. No se acentúa cuando es un comodín irrelevante, que puede ser sustituido por cualquier otra palabra. Y tal vez eso es lo que piensa quien piensa que piensa lo que debería estar pensando al ocupar tan sapiente lugar en la RAE. El problema es que eso también expone las costillas de la pereza, de la pobreza lingüística, de los juegos de sonidos, conceptos y recovecos fonéticos entre las imágenes. Es en la poesía donde más brilla ‘sólo/solo’ y sus infinitos juegos de espejos donde cambia la piel del narrador, y a veces hasta el destino del mundo.

Aferrarse a acentuar esa palabra en particular es una lucha contra la modernidad deslucida de lo simple, de lo estandarizado, de lo digerible y de lo intercambiable. La mayoría de los usuarios del lenguaje castellano y todas sus variantes quizá nunca enfrenten la diligencia moral de acentuar o no esa palabra, y vivirán sus felices vidas sin saber que existe esa encarnizada batalla de nerds. Por su parte, quienes se dedican a escribir, a hacer del lenguaje algo vivo, le echan en cara a esos burócratas del diccionario su engolosinada nulidad creativa, en la novelilla de fácil acceso, donde un acento justifica ocupar algún sitio dentro de una oficina. Mientras, el lenguaje madura y cambia, en especial por los jóvenes que introducen y crean conceptos, hacen mashups completos, e incluso renderizan su etimología. Pero eso, naturalmente, es pecado mortal según la RAE. Lo que uno tiene que ver en estos días.

Habrá quienes acentúan ‘sólo’ y quienes no, y tendrán sus batallas y motivos. Si alguien lee sus obras o peroratas, no lo sé. Pero es bonito saber que hay comunidad, que hay energía y paz social suficiente como para destinar nuestros recursos y esfuerzos a ello. Por mi parte, el acento en “sólo” es hasta un deber estético que le da mayor seriedad a su uso en las oraciones, que suaviza la tristeza, o que incluso sostiene todo el argumento conceptual en el vacío que deja su sonido. O tal vez soy otro viejito renuente a los cambios, y pasará a mejor vida cualquier otra cosa antes de que sea una batalla digna de ser estudiada en el futuro. Sepan quienes vendrán que esto fue todo un tema, que ha llegado a discusiones acaloradas de manitas torpes, que el mundo no fue mejor ni peor debido a esto, pero que lo hicimos, conscientemente, arrogantemente, como un mecanismo salvaje para satisfacernos de alguna manera.

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