ACAPULCO II
MELISA COSILIÓN
Me gusta la paz del mar,
dijo.
Pero yo no miraba esa paz,
sino la fuerza indómita
del vaivén de las olas,
el poder de la luna
expresado en la marea.
No entendí entonces, que me hablaba
del concierto del agua
en lo profundo,
del valor de las rocas
para permanecer erguidas.
La paz de ese mar estaba
en sus peces, en la sal
que aquella noche
besaba su cuerpo desnudo
antes que mis labios lo hicieran,
antes que mis lágrimas
lo volvieran más salado.
La paz del mar venía
del origen cósmico del agua,
de su conciencia al saber
que todo él cabe en una gota.