Editorial

La princesa Cáncer (sobrevivir al miedo) – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

La princesa Cáncer (sobrevivir al miedo)

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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En octubre, específicamente el día 19, se conmemora el ‘día de la lucha contra el cáncer de mama’. Y no es nada menor, pues datos más o menos, es una de las principales causas de muerte en las mexicanas de nuestra época. Ser una de las principales causas de muerte de la mitad de la población ya no sólo es un problema de salud pública, sino una verdadera emergencia de desarrollo nacional. El cáncer, esa extraña y aterradora enfermedad, nos preocupa, nos afecta sólo por el hecho de existir, y tiene más efectos que la simple enfermedad que causa en la persona que lo padece, hundiendo las raíces en cuanto es cercano. Y es extraño, porque a nivel metafísico, hay algo de simpatía en el comportamiento de esa enfermedad que debiera parecernos tan digno si lo trasladamos a lo humano: se puede decir que el cáncer es un intento desesperado por no morir de una célula, de no alcanzar la nada, y desvanecerse en sus compuestos elementales hasta aniquilarse. Pero es incompatible con nosotros, ya que también tenemos ese deseo irrefrenable de no querer morir, y de que tampoco muera aquello que amamos.

El cáncer es devastador. Consume a las personas que lo padecen, a sus familiares, a sus amigos, a todos los que se relacionan con ellos, incluyendo al personal de salud. Toma la energía que llena la mente, la calma de la vida cotidiana, cada deseo y sueño, y lo retuerce en sus variantes burlescas antes de dejarlo botado en la sala de espera del miedo. Hay quienes incluso han romantizado esa enfermedad como un depredador natural de la humanidad… idea en la que no deseo ahondar. Cuando era niño, se sabía de él, pero era algo muy distante, vago, y hasta extravagante. Quizá porque como niños no nos enteramos de muchas cosas, en especial las importantes, pero también porque estadística y aparentemente, era algo menos común de lo que es ahora. Hoy día, es cotidiano, demasiado real, tan frecuente en nuestras vidas rutinarias. Incluso, una de las elegías más sensibles desde la poesía contemporánea le ha dado un teatral papel en su catártico proceso de sanación personal. Sabines escribió al Príncipe Cáncer con un canto desgarrador al hablar de la muerte de su padre, pelea que perdió y que llevó al chiapaneco a la depresión más profunda. El Príncipe es un bastardo cruel y destructor.

En este caso, la Princesa podría hacer alusión a esa forma de afectación de las mujeres, ya sea por falta de cultura de la salud de prevención, la arrogante negligencia del diseño de la política pública para hacer accesibles los servicios de salud exploratorios y la falta de interés en atender a las mujeres como sujeto de derechos (aunque el cáncer de próstata es también un arrogante enemigo de los hombres), entre otras. Y tarde o temprano, se va acercando esa realidad, como un oleaje pesado y negro que engulle el horizonte. El cáncer uterino, altamente relacionado por el VPH, la promiscuidad y machismo, y el cáncer de mama, están sembrando la tristeza en nuestro país, tomando vidas en el sentido más estricto de la palabra, y cambiando las dinámicas de miles de familias. Especialmente, las de las mujeres que lo padecen, las que lo pueden padecer, y de las personas en general que son parte de sus círculos cercanos.

Por otro lado, como todo en este mundo, también da espacio a una forma más luminosa del mundo, un entrenamiento arduo que hace sobresalir a las flores en la adversidad, y que nos emociona y da un respiro. Hay cientos, miles de mujeres, que luchan a diario con su enfermedad, y que incluso la han derrotado. Esos casos son inspiradores, y francamente envidiables. Personalmente, mujeres a las que admiro mucho han tenido que emprender por ese tortuoso camino, y están llevando cada día de sus vidas como una gran batalla que se libra contra el futuro. De ellas aprendemos que la gran estrategia para afrontar la fatalidad es tener un brillo interior que evita que se resquebrajen, y que ayuda a que quienes están cerca de ellas no se agrieten también. Porque la belleza no yace en el cabello o el satín de la piel, sino en la alegría, en la voluntad de permanecer. No debe ser sencillo reponerse ante la adversidad y salir de pie. Y, sin embargo, muchas mujeres lo logran, y lo hacen ver tan sencillo que pareciera cosa de cualquier mortal. Ese baile de destellos requiere de la mutualidad, pues va en resonancia con el cariño que prodigan a los demás, y que rebota en las pequeñas emociones que construyen el día a día.

En resumen. Mujeres, las estimamos mucho como para no recordarles continuamente que se chequen y monitoreen constantemente, pues el tiempo es quizá uno de los elementos más ventajosos al luchar contra la Princesa. Además de que no hay vergüenza alguna de atravesar por dicha enfermedad, y de que como sociedad tenemos que revelarnos contra la idea ingenua de que es algo lejano que les pasa sólo a desconocidos y que sólo trae un pesado dolor a quienes están cerca de esas valientes mujeres. También construye amor, resiliencia y futuro.

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