POR LA CORNISA
GUILLERMO ALMADA
Me gusta caminar
con usted
por la cornisa.
No me da miedo caer
porque estimo
que usted se lanzaría
conmigo,
o me sujetaría.
Segura, cómo está,
de que, en ese espacio gris,
entre el salto y la caída,
viviríamos un mundo,
tan irreal
como lo imaginemos,
usted no dudaría.
Ya hemos atravesado
dimensiones consteladas
por nuestras palabras.
Y nos hemos permitido
divagar con relatos lascivos
en territorio fértil.
No, definitivamente,
yo no temería.
Tendería mi mano
hasta la suya,
tomaría su cuerpo
entre mis brazos,
besaría su boca,
y desmesuradamente
copularía con usted
hasta resbalar
entre sus piernas,
en un espasmo.