LA JUSTINE PERFECTA
GABRIEL AVILÉS
A PULSO DE TINTA
presagiodemar@gmail.com
Entré a tu burdel, mutismo total en medio de la algarabía, observé cómo ofrendabas tus labios a los ebrios mientras las fumarolas de cigarrillos, marcaban pausas, enunciando ósculos en venta, sin reconocer el rostro del postor o la impostora. Esa madrugada, la Chamana cantaba “Macorina ponme la mano aquí”.
Sin titubeos, gane carnalidad.
2
Siempre en afonía, tus ojos, hirvientes diatribas bajaron a mi vientre para crear el estupor del suicidio, lo reconozco, para mí, el amor es la parálisis del sexo o peor aún, semejante al tedio del vino agrio cuando empieza a fermentar.
Se concretó la compra, sin regateos, tus muslos de marfil en decadencia, valían menos de quinientos, sin embargo, pague esa cuota por la clandestinidad y el canto aguardentoso de Chavela con su “Paloma negra”.
3
Dogmas ultrajados, fuiste la Justine perfecta, amante ultrajada por los besos negros de éste infame, nuestros fluidos hallaron escape. Desvelados, tequila en mano, susurre un frágil “te quiero”.
Respondiste con ironía, eres el tercer hombre que me dice lo mismo, olvida esas frases de cortesía, paga y me voy. Mañana retornaras a tus vicios; yo, haré posible las perversiones de algún parroquiano con algunos billetes.
Cerraste la plática con el olor de perfume barato, sin embargo, entre tus pantimedias, acogiste un corazón agónico.
Chavela siguió cantando, lo que hacía en este instante, tomar el último trago.