PRODIGIOSA
MELISA COSILIÓN
Vine a esta tierra sin culto,
llegué para habitar
la fe de mi madre.
Pero nadie me escuchaba hablar,
nadie me vio cantar
ni alargar las piernas
hacia la noche.
Vine luego cubierta de cenizas,
aun con vestigios de fuego
en mi cabeza y mi páncreas.
Sobreviví, subsistí, elongué.
Todas las flamas tensaron las cuerdas
con que la vida me sujetaba,
di de mi lo que tenía
sonreí a lo que creía
y amé a quien me amaba.
Como una planta de tallo grueso,
como el musgo sobre las ramas…
sigo buscando en mi mente
aquel recuerdo que me palpita
cuando vuelvo a brotar con fuerza
desde las llamas.